_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Capitalismo vikingo

Joaquín Estefanía

Una de las secuelas más preocupantes de la larga crisis es la enorme distancia que genera entre las élites políticas, económicas y financieras -que aplican ahora de nuevo parecidas recetas a las que llevaron a la Gran Recesión- y los ciudadanos, que se consideran estafados y los paganos finales de unos problemas que ellos no generaron. Gobierno tras Gobierno, de izquierdas o de derechas, los que gestionaron la crisis van cayendo como fichas de dominó en cuanto se convocan elecciones y aumentan los índices de abstención.

Esa irritación ciudadana ha tenido una manifestación muy plástica en Islandia, esa pequeña isla de 320.000 habitantes que en apenas un año ha votado dos veces en referéndum contra la iniciativa de su Gobierno de que se devuelvan con dinero público 4.000 millones de dólares al Reino Unido y Holanda. El caso es el siguiente: cuando estalla la fase financiera de la crisis, en el otoño de 2008, el Gobierno islandés -entonces de derechas- decide avalar sin límites todos los depósitos bancarios que había en la isla; pero se desentendió de los que estaban colocados en los bancos islandeses que actuaban en el exterior y que habían captado miles de ahorradores de otros países, fundamentalmente del Reino Unido y Holanda, atraídos por los altos tipos de interés que pagaban.

A Islandia fue varias veces Milton Friedman para defender su modelo y su presencia en el Chile de Pinochet

Cuando se desploma la banca islandesa, Londres y Ámsterdam garantizan los depósitos de los bancos islandeses en sus territorios y, a continuación, se los reclaman al Gobierno islandés. Este -que ya ha cambiado de signo ideológico- decide devolver ese dinero (4.000 millones), pero el presidente del país, mediante una prerrogativa constitucional, consulta en referéndum a los ciudadanos y estos votan tenazmente que no se reintegre ese dinero con sus impuestos -se vota dos veces porque cambian las condiciones de la devolución- y que si alguien debe responder fue quien estafó: los banqueros.

Tan insólita decisión, con tan escasos precedentes en los países europeos, se produce en el contexto del modelo económico islandés, que llegó a denominarse capitalismo vikingo. A partir de la revolución conservadora de los años ochenta de Thatcher y Reagan, Islandia deviene en uno de los paradigmas del capitalismo más neoliberal: privatización de su industria, desregulación casi total de su banca, bajada de impuestos, etcétera. Los dos países a los que se ha llevado más al extremo el laboratorio ultraliberal han sido Islandia (una democracia) y la dictadura de Pinochet. Hasta la isla acudió en varias ocasiones el padre espiritual de ese neoliberalismo, el gurú de la Escuela de Chicago y premio Nobel de Economía Milton Friedman, a defender las bondades del modelo. En 1984, en la Universidad de Reikiavik, tuvo lugar un famoso debate en el que Friedman tuvo que defender su papel como asesor filosófico de la política económica de Pinochet. Ese modelo es el que hace tres años estalló como la suma de distintas burbujas en Islandia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_