'Celda 211' y las cárceles españolas
El merecido éxito de la excelente Celda 211, refrendado ahora con ocho goyas, debería ser la ocasión para un serio debate sobre la situación de nuestras cárceles. Pero no observo señales de que vaya a ser así. La película es vista como un espectáculo de aventura y suspense "a la americana", pero nadie parece querer averiguar en qué medida la situación de torturas, corrupción y abandono que en ella se denuncia tiene algo que ver con la realidad. En un momento en que, de manera irresponsable y demagógica, se piden incrementos de pena y hasta la cadena perpetua, cuando no la pena de muerte, cada vez que algún crimen espantoso irrumpe en la actualidad, sería un ejercicio de racionalidad volver la mirada hacia ese otro lado del que al parecer casi nadie quiere saber y que, sin embargo, es determinante para el cumplimiento del mandato constitucional sobre la función rehabilitadora de nuestras cárceles.
Los miles de espectadores que acaban viendo incluso con simpatía al tremendo Malamadre, genialmente interpretado por Luis Tosar, deberían preguntarse en qué medida, ahora mismo, en las cárceles españolas se están fabricando nuevos y desesperados Malamadre. Y, tras esa pregunta, la pregunta consiguiente de qué reforma penal es necesaria para que eso no siga sucediendo.