Menos Chávez
La oposición venezolana, perdedora inveterada de sus pugnas con Hugo Chávez -y purgando todavía su garrafal error de boicotear el Parlamento hace cinco años- tiene hoy motivos suficientes para la esperanza, agrupada bajo un paraguas que da cobijo a una treintena de grupos. Y si es capaz de encontrar una figura aglutinante y perfilar una plataforma política coherente, incluso podría disputar seriamente la presidencia a Chávez en las elecciones de 2012, de las cuales las del domingo han constituido un anticipo.
El caudillo venezolano ha recibido un correctivo inesperadamente contundente en unos comicios legislativos planteados como un referéndum sobre su gestión. No ha conseguido la mayoría parlamentaria de dos tercios, objetivo declarado, que le seguiría permitiendo pasar a su antojo leyes decisivas y decidir los nombramientos clave del Estado. Y aun cuando no hubiera perdido en el voto popular, como proclama la oposición, el hecho de que el porcentaje esté en cuestión ya supone una importante derrota añadida para quien ha modificado arbitrariamente la ley electoral con el fin de que los votos de sus adversarios se traduzcan en un desproporcionadamente bajo número de escaños. El chavismo tampoco tenía asegurada ayer la cifra mágica de 99 diputados, mayoría constitucional de 3/5, última trinchera parlamentaria para burlar el bloqueo opositor y poder legislar por decreto; aunque el líder venezolano todavía tiene el monopolio de la Asamblea hasta el 1 de enero, cuando se constituye la nueva.
Chávez es todavía con diferencia el político más popular de Venezuela. Pero ni su copo de las instituciones ni su populismo radical ni su descarnada retórica parecen ya medicina suficiente para vencer entre sus compatriotas los efectos combinados de una delincuencia estratosférica, una sostenida recesión y la creciente ineficacia o escasez de servicios y bienes esenciales.
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