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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chávez: recta final

Hugo Chávez tiene afición a ponerlo todo en palabras, con formulaciones esotéricas como república bolivariana o futuribles como el socialismo del siglo XXI, ambas reputadas metas hacia las que se supone que va el sistema político venezolano. Pero esta semana, el presidente de Venezuela, democráticamente elegido por tercera vez desde 1998 a diciembre pasado, ha empezado a declinar en moneda fuerte lo que todo eso significa para él. Y no hay duda de que tiene relentes de un preocupante autoritarismo.

El primer paso ha sido simbólico: anunciar un nuevo bautizo de la que ya había cristianado como República Bolivariana de Venezuela, que se llamará también Socialista. Pero otras medidas son radicalmente materiales, como es la inminente nacionalización de la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela, de la que Telefónica de España controla algo más de un 6%, junto a las eléctricas, y otras empresas aún por determinar, que se consideran estratégicas. Tanto Telefónica como la petrolera española Repsol, que también tiene intereses significativos en el país, descartan que las medidas puedan afectarlas gravemente, pero la inquietud planea sobre la economía venezolana, mientras la Bolsa caraqueña caía un 38% en sólo dos días.

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En todo este movimiento, que Chávez ya ha declarado que es el comienzo de la transformación socialista de Venezuela, figura un reajuste de Gobierno que no lo deja ni más duro ni más blando, pero sí más íntimo, con su hermano Adán en Educación, ministerio clave para chavizar a la juventud. Hay que presuponer a todo Estado soberano el derecho a nacionalizar sus recursos naturales, y quizá algunos se pregunten, incluso, por qué Chávez ha tardado tanto. Pero lo que importa es cómo se nacionaliza, con qué garantías y compensaciones, y eso es lo que está por ver.

Chávez juró ayer su nuevo mandato. En los anteriores ha acabado con la división de poderes, concentrándolos en su persona. Domina el Tribunal Constitucional, el electoral, ha creado milicias paralelas, ha enriquecido a algunos que trabajan con él, además de lanzar ciertamente programas de combate a la pobreza -ésa es la base de su popularidad- pero sin invertir en el futuro económico de su país. Controlaba ya los recursos del Banco Central y ahora se propone hacer una Constitución aún más a su medida que la anterior. La posibilidad de reelección permanente está en los planes, si bien no la ha oficializado todavía. Huele francamente mal la no renovación de la licencia a la cadena opositora Radio Caracas Televisión. Y eso, aunque sea desde una elección democrática, es ya autoritarismo y puede acabar en dictadura, aunque sea blanda. Pues, en realidad, ya está rompiendo las reglas del juego.

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