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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Colapso griego

La Unión Europea debe reformar los sistemas de rescate si quiere evitar el impago de Atenas

Grecia se encuentra de nuevo al borde del colapso financiero después de que Reino Unido y Finlandia hayan expresado su hostilidad al nuevo plan de rescate del país (nuevos préstamos por un montante de entre 25.000 y 30.000 millones de euros, nuevos plazos de devolución, abaratamiento de los préstamos y más plazo para reducir el déficit) y la agencia de rating Standard & Poor's haya hundido la calificación de la solvencia del país desde el BB- a B. La situación de Grecia es insostenible, salvo que se adopten medidas drásticas con el apoyo de Francia y Alemania. La nueva tormenta financiera ha hecho caer las Bolsas europeas y ha elevado la prima de riesgo española desde los 216 puntos básicos del viernes pasado hasta los 223 puntos.

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Los hechos son que las crisis de la deuda no han terminado y que Grecia no puede hacer frente a los compromisos del plan de rescate. Se puede y se debe discutir por qué el plan de rescate griego está fracasando estrepitosamente; y existen pocas dudas de que la razón principal es que los planes de salvación no están bien diseñados, quizá debido al fundamentalismo fiscal de Alemania y al seguidismo radical de Francia. Grecia recibió créditos en 2010 por importe de 110.000 millones de euros, pero para 2012, que es cuanto tendrá que devolver en torno a 30.000 millones en deuda, ya habrá consumido esta cantidad. Grecia no puede recurrir a los mercados para financiarse y la debilidad de su tasa de crecimiento (agudizada por la contracción fiscal que impone la UE) le impide generar los ingresos tributarios suficientes para hacer frente a sus compromisos.

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La opción que parece decantarse como única viable para Grecia es combinar la inyección de la ayuda suplementaria de unos 30.000 millones con una quita de la deuda con el fin de aliviar la asfixia financiera del país. Gran parte de la deuda es pública. Al mismo tiempo, la UE tiene que reducir el coste de los préstamos, ampliar los plazos de vencimiento y relajar las exigencias de déficit. Si alguien de verdad piensa que la solución está en que Grecia abandone el euro no sabe lo que dice. La Unión no está preparada para organizar el abandono de un país (se interpretaría además como un fracaso político descomunal) y porque la quita sobre la deuda griega sería aún mayor. Las sacudidas en lo que quedase de zona euro, España incluida, pondrían en riesgo todo el sistema.

El caso de Grecia está demostrando los graves errores de diseño de los planes de rescate de países con problemas de solvencia financiera. No es de extrañar que los escépticos británicos y finlandeses profeticen que los planes para Irlanda y Portugal también fracasarán, porque las exigencias de ajuste fiscal y el coste de los créditos que reciben los países rescatados actúan como un obstáculo insalvable para las economías afectadas. Por esa razón es imprescindible que la UE reforme los sistemas de rescate, de forma que salven la economía del país afectado, en lugar de hundirla. Quizá el nuevo plan de Grecia sirva para concretar esas reformas.

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