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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Conflictos en la enseñanza

El artículo firmado por Juana Vázquez (EL PAÍS, 15 de septiembre) induce a pensar que hay mucha violencia en las aulas y que éste es el principal problema de la enseñanza.

La convivencia entre personas incluye los conflictos. En el campo educativo, también. No es pensable una escuela sin conflictos, como no es pensable un grupo de personas conviviendo sin ningún conflicto. Antes de hablar alegremente de violencia habría que pensar que los alumnos de los institutos son adolescentes y sus profesores, personas adultas.

Un adulto puede entender a un o una adolescente. Un padre (o madre) puede entender a unos hijos adolescentes. Éste es uno de los trabajos del profesor de secundaria. El adolescente necesita rebelarse para ir afianzando su personalidad, para crecer y madurar como persona. Es tarea de los adultos más cercanos, en primer lugar, los padres o personas que hacen esta función y, en segundo lugar, sus profesores y profesoras, contener esta rebelión. Si se entiende que los adolescentes se rebelan para crecer; que se rebelan, en parte, contra ellos mismos; que se rebelan contra el mundo adulto que les pone (y les debe poner) límites. Si los profesores entienden que las actitudes de sus alumnos no van contra ellos como personas individuales, sino contra lo que representan (el poder del mundo adulto), sus reacciones serían más tranquilas, más adultas, no se sentirían atacados por los estudiantes y las actitudes contestatarias se reducirían: los conflictos disminuirían. El papel del adulto frente al adolescente debería ser como una pared de frontón acolchada que devuelve la pelota, pero con menos fuerza, que atempera los impulsos de los jóvenes.

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Todo profesor tiene el poder que le confiere su cargo, pero la autoridad frente a sus alumnos debe ganársela día a día con su actuación adulta, imparcial, equilibrada. Imponiendo los límites que sus alumnos necesitan, con la adecuada flexibilidad y mostrándoles su aprecio y confianza. No es un trabajo fácil, es un trabajo necesario si se quiere enseñar educando o educar enseñando, que es el oficio de todo profesor.

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