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Tribuna:LA CUARTA PÁGINA
Tribuna
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Consensos a la alemana, pero más rápido

Al tiempo que merodean sobre Reino Unido los tiburones de los mercados, lo más probable es que dos partidos de ese país deban ponerse rápidamente de acuerdo para gobernar y reducir el gasto público

Timothy Garton Ash

El fin de semana pasado, en Berlín, todos me preguntaban sin cesar sobre las elecciones británicas y yo les preguntaba a ellos cómo se decía en alemán "Parlamento sin mayoría". Ninguno supo ayudarme. En alemán, "Parlamento sin mayoría", "Parlamento igualado", se dice simplemente "Parlamento", porque el sistema de representación proporcional adoptado por la República Federal en 1949 produce habitualmente legislaturas sin ninguna mayoría absoluta. A bote pronto, de los últimos 60 años, Alemania ha tenido menos de dos años de gobiernos de un solo partido o de minoría tolerada. El resto del tiempo, ha funcionado con gobiernos de coalición. Y, sin embargo, no da la impresión de que haya ese caos espantoso con el que ahora algunos diarios conservadores y populistas británicos como The Daily Mail y The Sun tratan de asustar a sus lectores.

Después de Grecia, Portugal; después de Portugal, tal vez la pierna de un surfista británico
Alemania demuestra que un gobierno de coalición puede llevar a cabo una política económica eficaz
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Un ejemplo que supera cualquier parodia es la información aparecida en The Sun el martes. En la página 3, como cada día, salía una chica con los senos al aire, en esta ocasión, "Becky, 26 años, de Londres"; en el texto se leía lo siguiente: "Becky está preocupada por la perspectiva de la reforma electoral en un Parlamento sin mayoría. Dice: 'En las legislaturas con representación proporcional, es habitual que haya un gobierno de minoría o de coalición. Me horrorizaría vivir en un país como Italia, que ha tenido 61 gobiernos en 65 años; aunque me guste la comida italiana". Esta joya periodística iba detrás de una portada con un juego de palabras obsceno entre la falta de mayoría en el Parlamento y los atributos masculinos. "El miedo a un gobierno de coalición sacude Reino Unido", decía el titular del artículo principal escrito por el redactor jefe de política, que hablaba de las advertencias de "tories e importantes empresarios" de que "una coalición sumiría al país en el caos".

Por supuesto, eso no quiere decir que, por tener un Parlamento "igualado" como Alemania, vayamos a tener el éxito económico alemán, como tampoco que vayamos a sufrir la inestabilidad política italiana; ni la comida italiana, ya que estamos. Pero lo que demuestra Alemania es que es posible llevar a cabo una política económica eficaz con gobiernos de coalición; y lo que demuestra Grecia es que es posible tener una política económica desastrosa con un solo partido gobernando en mayoría. Todo depende de quién y cómo lo haga. Son muy importantes los detalles de los sistemas electorales y disposiciones constitucionales, por no hablar de la cultura política y administrativa de cada país.

Cada variante tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El sistema político alemán, diseñado para impedir el ascenso de otro Hitler, tiene muchos controles y equilibrios, casi incluso demasiados. Por ejemplo, la aportación alemana al esfuerzo que van a hacer la eurozona y el FNI para rescatar a Grecia depende de las elecciones provinciales en Renania del Norte-Westfalia el 9 de mayo, que afectará al equilibrio de poder en la Cámara alta del país. Sin embargo, después de que hayan calificado la deuda griega de basura y de que el rendimiento de los bonos griegos de dos años ascendiera a un asombroso 38% el miércoles, es evidente que los mercados de bonos no están inclinados a esperar.

Hubo una época, hace 10 años, en la que se oía decir a algunos alemanes que necesitaban un sistema uninominal mayoritario como el del Reino Unido para las elecciones. Sólo así podrían llevar a cabo unas reformas económicas decisivas que les permitieran salir de la depresión post-unificación. Pero el último decenio ha demostrado que esos cantos de sirena se equivocaban. Alemania ha hecho unos ajustes económicos difíciles, como rebajar los costes laborales unitarios, y los ha hecho, en gran parte, en cooperación con los sindicatos. El estilo alemán de "cambio mediante el consenso" tarda más que el de Margaret Thatcher, pero crea menos divisiones sociales y, al final, es más duradero.

Con los tiburones de los mercados de bonos dando vueltas alrededor de Europa, olisqueando sangre -después de Grecia, Portugal; después de Portugal, tal vez una pierna de un surfista británico-, éste no es el momento ideal para pensar en reformar el sistema electoral británico. Debía haberse abordado tras la victoria electoral de Tony Blair en 1997, acompañando al traspaso de poderes a Escocia y Gales (otros dos lugares en los que no parece que el edificio se venga abajo por tener un "Parlamento sin mayoría"). Pero el laborismo, emborrachado por el alcance de su victoria, se negó a aprovechar la ocasión histórica.

Como muestra un estudio reciente del nuevo Centro de Política de la Academia Británica, el sistema unipersonal mayoritario era razonable en 1951, cuando el 97% de los votos iba a parar a los conservadores o los laboristas. En las últimas elecciones generales, en 2005, los dos "viejos" partidos (para utilizar el término que emplea Clegg) obtuvieron sólo el 69% entre los dos. Esta erosión gradual de la política bipartidista, que hace que los gobiernos británicos sean cada vez menos representativos, se ha convertido en una auténtica avalancha debido a la repugnancia popular ante el escándalo de los gastos de los parlamentarios.

Puede que no sea el momento ideal, pero es el momento en el que estamos. De no producirse un cambio trascendental en la última semana de campaña, que haga que los conservadores ganen por mayoría absoluta, tendremos lo que nosotros llamamos un "Parlamento igualado" y los alemanes llaman simplemente Parlamento. Entonces los políticos británicos tendrán que empezar a comportarse como los alemanes, pero sin unas reglas claras (habrá seguramente una serie de "pautas convencionales" inventadas por la Oficina de Presidencia), sin ninguna experiencia sobre cómo actuar, y con necesidad de hacerlo a la velocidad alemana multiplicada por 10.

Porque, si el "cambio mediante el consenso" a la alemana es lento, también lo es construir coaliciones. Las negociaciones pueden durar semanas. En el Reino Unido va a haber que tomar decisiones urgentes y difíciles sobre gasto público y fiscalidad, para mantener alejados a los tiburones de los mercados de bonos. Si la cumbre de la eurozona prevista para el 10 de mayo (no es casualidad que sea al día siguiente de las elecciones de Renania del Norte-Westfalia) no consigue salvar a Grecia, los tiburones tendrán un montón de ricos alimentos continentales con los que saciar su hambre. Si la cumbre saca a Grecia del agua, con mordiscos pero viva, y arroja un salvavidas a Portugal, los tiburones tal vez decidan mordisquear las piernas de la hermosa Britannia ("26 años, de Londres") mientras chapotea en unas aguas que le resultan desconocidas.

Es decir, que lo que en Alemania es un proceso de cinco semanas debe lograrse aquí en cinco días. Una construcción de consensos a la alemana pero con rapidez británica. Eso significa que, desde la mañana del 7 de mayo, los dirigentes políticos británicos tendrán que empezar a actuar como adultos y no como esos jovenzuelos a los que vemos gritarse durante las sesiones de control en la Cámara de los Comunes.

Sea una coalición formal o un gobierno de minoría tolerada, haya un acuerdo entre liberales y conservadores o entre liberales y laboristas, debemos ponernos de acuerdo sobre dos cosas: cómo avanzar hacia la reforma electoral y cómo progresar en la cuestión de las finanzas públicas. Después de medio siglo de exclusión injusta, los liberales estarían locos y equivocados si no insisten en lo primero; y los intereses nacionales exigen lo segundo. El principal analista de la agencia de calificación de créditos Moody para Reino Unido dijo hace poco a The Financial Times que, si una coalición aprobara un plan fiscal, "podría ser muy positivo, porque implicaría un amplio apoyo popular". Pero los políticos tendrán que llegar primero, y deprisa, a un punto de partida en el que nunca han estado, al tiempo que se comprometen a hacer unos recortes del gasto público para el que ninguno de ellos (ni siquiera los demócratas liberales, aunque son los que más se han acercado) han preparado todavía a la población británica.

Y ése no es más que el comienzo. Luego tendrán que elaborar una nueva forma de hacer política en el Reino Unido, sobre la marcha, sin manual de instrucciones que les guíe. Será un proceso interesante.

Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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