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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Contener el optimismo

La caída del paro en julio es un buen dato, pero debe analizarse con realismo

El paro registrado volvió a bajar en el mes de julio, esta vez en 73.790 personas, el mayor descenso que se registra en un mes de julio desde 1998. La afiliación a la Seguridad Social también ha aumentado significativamente, si bien se aprecia que, corregida la estacionalidad, en realidad ha bajado en unas 34.000 personas. El hecho de que el paro que se registra en los servicios de desempleo haya bajado por cuarto mes consecutivo y que el descenso sea general, en todos los sectores de actividad, ha dado pie a que el Gobierno insista en que la actividad económica se está recuperando lentamente y vuelva a manejar con soltura expectativas de recuperación ya durante este año.

La recuperación económica está por ver; la contabilidad nacional correspondiente al segundo trimestre del año certificará su intensidad. En todo caso, aunque el crecimiento intertrimestral sea positivo, parece que lo será todavía en una tasa muy modesta. El horizonte de recuperación económica existe, como es lógico, pero el problema radica en que es tan lento y dilatado que el paro no empezará a bajar de forma significativa durante este año. Y la tasa de paro tampoco se reducirá sustancialmente, porque la población activa empezará a crecer conforme vayan mejorando las expectativas de crecimiento.

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Ahora bien, es obligado recordar que la medida de la ocupación y el empleo que tiene validez y relevancia es la Encuesta de Población Activa (EPA); los datos del paro registrado que ofrece el Ministerio de Trabajo reflejan muy parcialmente la situación del mercado laboral. El relativo optimismo del Gobierno tiene algo de desmemoria. La semana pasada se conocieron los resultados de la EPA del segundo trimestre y en ellos se pudo comprobar que el paro había subido en 32.800 personas entre abril y junio; y que el aumento de la ocupación (82.700 empleos) fue insuficiente para compensar el aumento de la población activa, por lo que subió la tasa de paro. Tampoco debería olvidar el Gobierno, al menos tan pronto, que durante los meses de mayo y junio bajó el paro registrado, a pesar de lo cual la EPA marcó un récord de parados (4.645.500).

Por lo tanto, la buena evolución del paro registrado debe considerarse solo como un indicador que debe ser ratificado por la EPA. Existe, por supuesto, un repunte del empleo, pero es pronto para saber si se consolidará después del tirón del turismo o si podrá soportar las decisiones de cierre empresarial que con frecuencia se aplican en los meses de septiembre y octubre.

La situación del mercado de trabajo sigue siendo muy precaria; requiere más realismo y menos euforia. El realismo implica reconocer que a corto plazo no hay perspectivas de crecimiento que permitan soñar con aumentos significativos de la ocupación y descensos sustanciales del paro. Así que está contraindicado ese optimismo de carril que consiste en celebrar cualquier resultado que parezca favorable. Al menos hasta que no se cruce la frontera laboral del próximo otoño.

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