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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Corrección parcial

La decisión de Draghi de rebajar los tipos sugiere una preocupación mayor por el crecimiento

En la primera reunión del Consejo de Gobierno del BCE presidida por Mario Draghi, la autoridad monetaria ha decidido reducir su tipo de intervención en un cuarto de punto, hasta el 1,25%. Se trata de una decisión que solo parcialmente revierte los errores del pasado: tres elevaciones del tipo repo en los momentos más amenazadores de la crisis, hasta situarlo muy por encima de los vigentes en las economías avanzadas. La estabilidad de precios a medio plazo no ha estado nunca en peligro, mas allá de repuntes coyunturales en los precios de algunas materias primas. El consumo, principal determinante de la evolución de los precios, no ha dejado de deprimirse en los últimos meses. La confianza de las empresas está en mínimos, al tiempo que ascienden las probabilidades de recaída en un nuevo cuadro recesivo de algunas economías. Desde luego la española, que une el estancamiento con un desempleo alarmante -como nos ha recordado el paro registrado en octubre (134.000 parados más)- y una vulnerabilidad diferencial en los mercados de deuda.

Hace tiempo que el BCE debería haber bajado tipos. Tenía que haber sido durante el mandato de Jean-Claude Trichet, quien debería haber asumido la corrección de sus propios errores. La impresión de que esa institución va siempre a remolque de los acontecimientos, "por detrás de la curva", no la ha despejado el nuevo presidente. A este le corresponde gestionar la institución en un tiempo en que la fragmentación de la eurozona ha dejado de ser una hipótesis improbable. El mantenimiento de las tensiones en los mercados es en gran medida atribuible a la manifiesta incapacidad de las autoridades nacionales y comunitarias para gestionar la crisis. Cuando deberían, más bien, demostrar que es más importante la preservación del euro que el inútil sacrificio de quienes se han visto abocados a programas de ajuste o renegociación de la deuda pública.

Sanear las finanzas públicas es necesario, pero es mucho más urgente neutralizar esa nefasta combinación de suspensión de pagos, decrecimiento económico y ascenso del desempleo que amenaza a algunos países. Para evitar este escenario, el BCE deberá ser mucho más consecuente de lo que lo ha sido hasta ahora. Deberá, desde luego, extender su programa de adquisición de deuda pública de aquellos países amenazados. Está en juego su propia existencia.

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