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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crímenes machistas

57 mujeres y 12 niños asesinados rompen las estadísticas y auguran una batalla larga y difícil

Tres ataques machistas con cinco víctimas mortales (tres mujeres y los dos hijos de una de ellas) en una semana han vuelto a sacudir a la sociedad española. Con ellos, la estadística se ha disparado enterrando la esperanza que los datos de 2009 arrojaron sobre la posibilidad de que los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas empezara a declinar en España. Todo lo contrario. En lo que va de año ya se ha superado el número de asesinatos de todo el año pasado, lo que nos devuelve a la dura realidad de un fenómeno persistente de profundas raíces que una ley como la de Violencia de Género de 2004 no ha podido atajar por sí sola en pocos años.

En el último asesinato machista conocido, el de Tarragona, han muerto los dos hijos de la víctima, lo que eleva a 12 el número de niños que han perdido la vida en este tipo de crímenes. El resto de las circunstancias de este asesinato son las habituales: malos tratos reiterados en el pasado, silencio cómplice del entorno, perdón de la víctima y, finalmente, ensañamiento salvaje con la mujer por parte del agresor a la hora de quitarle la vida.

Es evidente que la justicia afronta complicados obstáculos a la hora de prevenir y perseguir estos delitos, de los cuales el único culpable es el propio agresor. Pero más allá de estas tragedias que asoman a los medios, la violencia de género cuenta sus víctimas por miles. Cada día, el teléfono de ayuda 016 recibe casi 200 llamadas de mujeres angustiadas. Muchas soportan durante años humillaciones y vejaciones diversas. El caso de una de ellas que terminó asesinada se juzga esta misma semana en Madrid. 800.000 menores han sido víctimas colaterales, según el Ministerio de Igualdad. Los datos evidencian que la batalla será larga y difícil; máxime en una sociedad que apenas se implica y parece descreída ante la indudable mejora social que han alcanzado ya las mujeres españolas.

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Además de la aplicación de la ley, es necesario seguir desarrollando sus instrumentos, relacionados fundamentalmente con la educación, lo que solo dará resultados a medio y largo plazo. También empieza a percibirse como necesario un análisis más profundo del fenómeno. El registro estadístico de los datos es exhaustivo, pero quizá ofrece poca eficacia en la búsqueda de nuevos enfoques. Que 4 de cada 10 asesinadas sean extranjeras indica, por añadidura, la urgencia con la que el Estado debe ocuparse de estos colectivos y de sus mujeres, doblemente marginadas.

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