Crisis a la italiana
Dos francotiradores senadores comunistas y la abstención de otros dos legisladores vitalicios (uno de ellos el incombustible Andreotti) han tumbado en el Senado al frágil Gobierno italiano de centro-izquierda que presidía Romano Prodi desde hace nueve meses. Las razones pueden ser varias, pero la realidad es que sumerge al país alpino en una inestabilidad que evoca las crisis del pasado, cuando los Gabinetes democristianos apenas duraban unos meses por traiciones dentro de una coalición. La fantasía política italiana era y es ilimitada. Se inventaban Gabinetes breves -se les bautizó Gobiernos balneario-; había otros en los que entraban independientes (Gobiernos técnicos) o incluso mayorías externas que apoyaban a un Ejecutivo sin estar en él, como lo hizo el PCI de Enrico Berlinguer en 1978. Eran parches que no servían de mucho.
La situación presente es que cualquier fórmula que se proponga para resolver el imbroglio es igual de mala e incierta que la actual. Si el presidente Giorgio Napolitano convoca elecciones anticipadas, éstas no desbloquearán el actual empate entre el centro-derecha de Berlusconi y el centro-izquierda de Prodi. Al menos hasta que no se reforme la ley electoral que sacó adelante Berlusconi fechas antes de los comicios del pasado abril y que propicia la inestabilidad. Si el jefe del Estado sugiere un Gobierno técnico, deberá ser consciente de que su función será sólo la de llevar al país a las urnas. Y si, por el contrario, le encarga a Prodi intentarlo de nuevo, las dificultades del professore continuarán siendo inmensas, a no ser que logre incorporar a su coalición a los centristas democristianos de Pier Ferdinando Casini, que discrepa cada vez más abiertamente de la filosofía derechista de Berlusconi.
Si se llegara a dar el caso de un Prodi bis ampliado, no haría más que confirmar cuán complicado es que un primer ministro sin partido, como es el caso, pueda gobernar una heterogénea coalición integrada por una larga docena de fuerzas, que discrepan en público de todo: los presupuestos, las pensiones, las parejas de hecho, la ampliación de una base militar estadounidense o la refinanciación de la misión militar en Afganistán, desencadenante ésta de la última crisis. Aun conociendo lo arduo que sería navegar un barco tan frágil en un "país de locos", como dijo ayer Massimo d'Alema, el aún primer ministro ha sido ingenuo: jamás imaginó que se repitiera el guión de 1998, cuando tuvo que dimitir por la desafección de Fausto Bertinotti, líder de Refundación Comunista y hoy flamante presidente de la Cámara de Diputados. Como bien observa el diario La Repubblica, la paradoja de la izquierda en Italia es que en las condiciones actuales no puede vencer sin el apoyo del ala radical, pero con ésta no puede gobernar.
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