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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dejar en paz a Ucrania

El prolongado forcejeo que sostienen los dos Víktor de Ucrania, el presidente, Víktor Yúshenko, y el primer ministro, Víktor Yanukóvich, entró la semana pasada en una fase de enfrentamiento agudo, aunque por ahora únicamente político. El presidente, que sólo tiene ojos para la UE, disolvió el lunes pasado el Parlamento, convocando elecciones anticipadas para el próximo 27 de mayo. El primer ministro, muy acomodado a Rusia, aunque dice no temer a las urnas, se opone a la decisión presidencial, contra la que ha recurrido al Tribunal Constitucional.

La pugna de fondo consiste en determinar qué clase de república ha de ser Ucrania: parlamentaria, como quiere Yanukóvich, o presidencialista, como defiende el jefe del Estado; y esas elecciones, si se celebran, podrían verse como un referéndum popular en favor de una u otra posición. La negativa de Yúshenko, ayer domingo, de retirar su decreto de disolución endurecía el clima político, que puede ir a peor cuanto más tarde el tribunal, que tiene un mes a partir de hoy, en dar a conocer su dictamen.

El conflicto es reflejo de la inmadurez, impaciencia y miopía de la primera generación de dirigentes pos-soviéticos convertidos a la democracia, lo que vale tanto para el presidente y su ex aliada Yulia Timoshenko, que también presiona para que haya nuevas elecciones, como para el primer ministro. Y otro tanto cabe decir de muchos diputados de la Rada Suprema (el Parlamento), que se cambian de bando según soplen los vientos del poder y del dinero. Yúshenko malgastó la confianza popular tras las elecciones de marzo de 2006, al no haber sabido formar Gobierno con el partido de Timoshenko, que ya había sido su primera ministra en 2004, al triunfo de la llamada revolución naranja; y Yanukóvich aprovecha su mayoría en la Cámara para minar los poderes del presidente, ya restringidos por la reforma constitucional, según el compromiso de diciembre de 2004.

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La crisis no tiene por qué convertirse en un problema internacional, y sería precipitado que la UE, Rusia o EE UU trataran de mediar en un conflicto en el que no se da la inquietante contraposición Este-Oeste. El riesgo reside, en cambio, en que los políticos de Kiev, enfrentados, pierdan el control de las regiones y que éstas queden a merced de las élites locales, divididas entre un Este prorruso y un Oeste próximo a Europa. Podría hablarse entonces de proceso de disgregación del país. Pero hoy lo mejor es dejar en paz a Ucrania.

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