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Democracias feudatarias

Esta semana se han conmemorado dos aniversarios importantes: la caída de las Torres Gemelas y la caída de Lehman Brothers. Han corrido ríos de tinta con el propósito de interpretarlas, pero tal vez ha llegado el momento de dejar de mirar atrás. Vamos a intentar, por el contrario, analizar el presente y el futuro. ¿Quién ha salido ganando con estas tragedias? La respuesta es desconcertante: un Estado supuestamente democrático ha seguido los intereses de una oligarquía de privilegiados: los señores feudales de la globalización -que poseen el poder económico y financiero, y controlan la información- y los de una pequeña casta de servidores suyos.

En defensa de la democracia feudataria estadounidense y so pretexto de guerra contra el terrorismo, Bush pone en marcha la política del miedo. Se magnifica la amenaza de Bin Laden para justificar una serie de intervenciones armadas que no pretenden tanto erradicar la mala hierba como relanzar el papel hegemónico de Estados Unidos. Estas grandes maniobras las dirige Dick Cheney, que actúa en nombre de los lobbies petrolíferos y militares, los halcones de la derecha republicana, el núcleo duro de la democracia feudataria moderna. Son los que pagan las costosísimas campañas electorales y deciden quién entra y sale de la Casa Blanca.

La vuelta a formas de gobierno premodernas, clave en las caídas de las Torres Gemelas y de Lehman Brothers
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Que esto no tiene nada que ver con la guerra contra el terrorismo es algo de lo que los expertos, los auténticos, se dan cuenta pronto. El frente de la financiación que abastece a los grupos armados cae en el olvido. Ciento cincuenta millones de dólares congelados desde el 11 de septiembre hasta hoy, una cifra irrisoria, ridícula.

El objetivo es otro: defender los intereses próximos a la Administración de Bush y relanzar a Estados Unidos como única superpotencia. Basta poco para conseguirlo: el precio del petróleo se dispara hacia las estrellas, hasta los 150 dólares el barril, casi 10 veces los 18 que costaba en vísperas de la tragedia. Y las multinacionales estadounidenses del petróleo, que no sólo producen el oro negro sino que lo refinan y lo comercializan para los productores árabes, registran enormes beneficios. También la industria bélica va viento en popa. Desde los contratistas, los nuevos mercenarios, hasta los proveedores de armas, uniformes y raciones para las tropas, cualquiera que tiene un pie dentro de la guerra descubre en Irak y Afganistán un auténtico reino de jauja.

Los neoconservadores imponen su visión del mundo, incluso contra Naciones Unidas. Se invade Irak con la coalición de los amigos de Bush, y no con el consenso de la ONU.

Para mantener vivo el temor al terrorista procedente del fundamentalismo islámico está la floreciente industria del miedo, formada por un enjambre de académicos, diplomáticos, intelectuales, periodistas, ex policías, militares y mercenarios, convertidos de pronto todos ellos en "expertos en terrorismo". Son los siervos de los señores feudales democráticos, rostros hoy conocidos porque los vemos día y noche en nuestros televisores. Nadie pone en duda sus palabras.

Y llegamos a la caída de Lehman Brothers, que hace un año hacía presagiar una avalancha de bancarrotas en las altas esferas de las finanzas mundiales. No ha pasado nada de eso. Gran parte de los principales bancos estadounidenses -con Goldman Sachs a la cabeza- e internacionales han publicado beneficios astronómicos en el segundo trimestre de 2009. Y las primas no tienen precedentes.

Como es natural, este "milagro" es fruto de nuestros ahorros repartidos por los bancos centrales. Uno en particular, la Reserva Federal estadounidense, ha sido muy generoso y se enfrentó con el Congreso para que aprobase un plan de salvamento de los bancos equivalente a 700.000 millones de dólares. Y, qué casualidad, entre los ganadores de la crisis crediticia, está precisamente la Fed, organización privada con ánimo de lucro, que ha publicado un beneficio de 14.000 millones de dólares en los dos últimos años sobre el dinero prestado a los bancos deficitarios. Unos billetes que no acaban en las arcas del tesoro, sino que se reparten como dividendos entre sus socios.

Los feudos de las altas finanzas pesan en la elección de los presidentes de Estados Unidos. Y Obama, que ha propuesto incrementar los poderes de la Fed, que ha confirmado a Bernanke al frente del banco central y que ha vuelto a llamar para guiar la economía del país a los halcones de la desregulación de Clinton, lo sabe bien.

Esta lectura "alternativa" de las dos caídas de septiembre nos hace pensar que las causas son mucho más serias y están mucho más arraigadas, no se limitan a la locura religiosa de un puñado de exaltados árabes y la codicia incontrolable de unos jóvenes banqueros en ascenso. Ni el deseo de vivir como vivía Mahoma ni el de poseer un Ferrari Testarossa bastan para producir crisis políticas y económicas como las que hemos experimentado. En el origen, por desgracia, está el deterioro de las democracias modernas y el desplazamiento progresivo hacia formas de gobierno premodernas. ¿Qué hacer? Despertémonos antes de que sea demasiado tarde.

Loretta Napoleoni es economista italiana. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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