_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Deuda odiosa'

Joaquín Estefanía

La 'teoría de la deuda odiosa' no solo es manejada por los economistas apocalípticos, sino que cada vez con más frecuencia la plantean los integrados. Establece la misma que si un prestamista (por ejemplo, un banco) da dinero a un Gobierno que a todas luces es cleptomaníaco, corrupto o proporciona información falseada (quizá con ayuda de otro banco, que ha sido contratado para elaborar esa información), los siguientes Gobiernos no tendrían por qué estar obligados a saldarla.

¿Se podría aplicar el cuento a Grecia? Cuentan Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff (Esta vez es distinto. Ocho siglos de necedad financiera. Fondo de Cultura Económica) que en la Edad Media era posible enviar a la prisión a un niño cuyos padres habían muerto sin saldar sus deudas; en teoría, esto evitaba que los padres pidieran más préstamos (pues el castigo en caso de incumplimiento era mayúsculo). Sin embargo, hoy día, bajo las normas de la mayoría de los países, semejante transferencia de deuda resultaría completamente inadmisible. ¿Es así?: de hecho, las naciones obtienen préstamos de modo que los niños de una generación bien pueden tener que saldar las deudas de sus padres. ¿Habría consenso en que si los gobernantes de un país involucrado en un genocidio obtuvieran un préstamo para financiar su poder militar, los prestamistas tendrían que reconocer esa deuda como odiosa y el riesgo de impago en caso de un cambio de régimen?; ¿es posible modificar los modelos estándar sobre la reputación, de modo que tenga cabida la convención de no pagar deudas odiosas y que esto puede traer mejoras en el bienestar? Nótese que quienes sugieren estas cuestiones, Reinhart y Rogoff, son dos economistas vinculados al FMI y que dan clase en algunas de las principales universidades privadas estadounidenses.

Un banquero se hizo famoso al decir que los países no quiebran. Poco después estallaba la crisis de la deuda

Si uno repasa la historia de las suspensiones de pagos de países, pocos están libres de tirar la primera piedra. Por ejemplo, España tiene un récord que nadie ha podido romper: incumplió sus pagos en siete ocasiones durante el siglo XIX, y seis veces en los tres siglos anteriores. Grecia ha pasado desde el año 1800 más de la mitad del tiempo en coyunturas de suspensión de pagos.

¿Por qué los países se quedan sin dinero? Walter Wriston, presidente de Citibank durante casi dos décadas, se hizo famoso por decir que "los países nunca van a la quiebra" en la víspera de la década perdida de América Latina en la que, como fichas de dominó y partiendo de México, uno tras otro fueron cayendo. Citibank fue uno de los bancos más afectados por los default. Lo que es cierto es que las naciones no quiebran del mismo modo que las empresas; no lo hacen de forma definitiva y su morosidad casi siempre es el resultado de un análisis coste-beneficio en el que intervienen argumentos políticos y financieros. Buena parte de los impagos soberanos se da mucho antes de que una nación se quede realmente sin recursos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_