Doble moral
La iglesia dice que los ángeles no tienen sexo, pero en Los Ángeles (EE UU) curas pederastas católicos han abusado durante décadas de niños/as con el beneplácito -esta es la palabra que quiero utilizar: beneplácito- de la jerarquía eclesial. De sexo parece que la iglesia sabe bastante y, por lo visto, no sólo en teoría, sino en la práctica. Mientras, el dinero de los cepillos, del Domund y de los impuestos que debería servir para los consabidos arreglos de los tejados de las iglesias -pozo sin fondo ancestral- se va para taparle la boca a las víctimas y los ojos a la justicia (sin mayúsculas, por favor). Ese es el ejemplo que da una organización cuyo ideal de mujer es una mujer virgen. Lo que más me duele es el silencio de la sociedad ante una organización que tiene diez mandamientos y sólo cumple el preámbulo estatutario: pedirás la cruz en la declaración de la renta. ¿Y el Vaticano, no tiene nada que decir? ¿Y el Monseñor Madrileño, ofrece la mejilla o es que está mirando para otro lado? Si Dios existe, que se vayan preparando.- Emilio Iglesias Delgado. Sevilla.
La Iglesia católica no para de asombrarme. He leído que la Archidiócesis de Los Ángeles (EE UU) ha aceptado indemnizar con 660 millones de dólares a medio centenar de personas, la mayoría niños que han sufrido vejaciones y violaciones por parte de miembros de esa Iglesia. La historia no es nueva, sino que se repite con harta frecuencia y nos muestra el grado de depravación que impera en esa entidad religiosa. Lo curioso es que luego la Conferencia Episcopal se espanta y acusa a los homosexuales de corruptos, de realizar prácticas antinatura y les niega incluso el derecho a casarse.
Pero por si esto no fuera suficiente, en la misma noticia podemos leer que la Iglesia católica posee solamente en la ciudad de Los Ángeles un patrimonio inmobiliario de ¡40.000 millones de dólares. ¿Cómo los ha conseguido?, ¿trabajando?, ¿practicando el ahorro? Y si fuera así, ¿dónde queda la caridad esa que dicen, que deben practicar los cristianos?
La noticia es para llorar o, como diría la Biblia, para rasgarse las vestiduras, sobre todo a la hora de hacer la declaración de Hacienda donde pone que entreguemos a la Iglesia Católica el 0,5239%, o cuando en la calle te pasan la huchita de Cáritas. ¡Vergüenza.
