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El pecado y la penitencia

Hacía tiempo que nadie definía tan bien el itinerario seguido por los socialistas españoles en los últimos 10 años como Felipe González en una frase recogida en su entrevista para este periódico. Es ésta: los socialistas hemos dado pasos desde una ética de las ideas a una ética de las responsabilidades. Es, sin duda, una definición bastante precisa que ilumina y clarifica algunas de las actitudes del PSOE desde que este partido accedió al poder. Lo mismo que explica algunas de sus posturas cuando estaba en la oposición. Es evidente que desde las ideas se puede ir mucho más lejos que desde el poder, siempre limitado y constreñido al reino de lo posible. El problema, y el interrogante, está en deslindar cuándo se produce ese deslizamiento y por qué; si, de alguna manera, y aun a riesgo de simplificar, lo que se está diciendo es que las ideas son más útiles o más defendibles cuando no se tienen responsabilidades de poder, se está diciendo que éste sólo puede ejercerse desde la asepsia de la désideologización. Lo cual va en contra, entre otras cosas, de lo que el Gobierno del señor González ha hecho, y que debe entenderse desde una óptica progresista. O sea, ideológica.Los tiros, entonces, no van por ahí. Van en otra dirección que, cuando menos, merece un atento análisis. La dirección del reconocimiento de que el PSOE tuvo una ética en la oposición, la de las ideas, y otra en el poder, la de la responsabilidad. Por poner un ejemplo, casi caricaturesco, pero clarificador: la ética de las ideas es la que llevó a Felipe González a bajar a una mina en Extremadura para hacerse solidario con los allí encerrados y al margen de la viabilidad de su proyecto. La ética de la responsabilidad es la que hace al primer Gobierno socialista llevar a cabo la reconversión industrial. La ética de las ideas es también la que lleva a los socialistas a estar en contra de la entrada de España en la OTAN. La de la responsabilidad, mantenerse dentro de ella. De ahí lo importante de saber cuándo se produce ese tránsito, porque lo que no resulta aceptable es que el PSOE practicase una ética desde la oposición y otra desde el poder. Al menos, conscientemente. Por supuesto

que conociendo el talante intelectual y político del presidente del Gobierno no parece que esté en su intención establecer cualquier tipo de dicotomía entre ambas éticas, ni decir que sean excluyentes. Es,,sin embargo, interesante que haya establecido, aunque sea con afanes metodológicos o didácticos, esa precisión tremendamente reveladora de lo que pasó y de lo que está pasando.

En los primeros años de la transición el PSOE jugó muy fuerte con las ideas. Por eso enganchó electoralmente con la sociedad española, ansiosa de libertad, de cambio y de nuevos talantes. Ayudó así decisivamente a poner en marcha una dinámica social imparablemente progresista, pero quizá un tanto desequilibrada en la relación libertad-responsabilidad.

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Curiosamente; no puede decirse que esa fuese exactamente la actitud de la izquierda en general y del PSOE en particular como fuerzas políticas organizadas. Pero sí como agentes transmiso

res de cierta supremacía de lo ideológico que hacía pasar por alto, e incluso minusvalorar, los condicionantes que tuvieron los primeros Gobiernos de la Monarquía.

Creo que las sesiones del Congreso sobre la OTAN, y -en la que se decidió la entrada de España en este organismo, y el llamado Pleno de la colza ilustran bastante lo que quiero decir. Como antes, la moción de censura contra Adolfo Suárez. En todos ellos, las ideas fueron utilizadas como plataforma de demagogia. Que tuvieron además, como se ha demostrado, una gran rentabilidad electoral. Los términos ahora se han invertido y son los socialistas los que están, y ejercen, el poder con un relativo, sólo relativo, grado de incomprensión. Lo ideológico se amortigua y la modernización es el gran tótem de la nueva etapa.

Dejando aparte que modernizar no es exactamente socializar ni cambiar, es indudable que ahora la ética de las responsabilidades es, cuando menos, insuficiente. Necesaria, e incluso imprescindible, pero insuficiente. Entre otras cosas, porque se debía haber invocado mucho antes. Es cierto que desde las alturas del poder, y en las soledades de los despachos, se ven cosas que son difíciles de atisbar desde la calle y desde los resquicios de las ventanas entreabiertas. Pero no lo es menos que la intuición política y los análisis de la realidad deben de formar parte del equipaje de todos los partidos. El PSOE sembró de ideas, y por tanto ideológizó, la sociedad española. Y eso fue bueno. No vale ahora ni la retirada ni la sustitución. Si acaso, la complementariedad. Que es, a lo mejor, lo que ha querido decir Felipe González, dado que aclara que se trata de una frase weberiana.

Pero, por si acaso no es del todo así, conviene mirar hacia atrás sin ira y recordar que, si el PSOE cometió el pecado de poner las ideas por encima de su capacidad para llevarlas a cabo, hoy debe arrostrar la penitencia de que haya gente que se las exija. Y precisamente desde la ética de esa responsabilidad que supone detentar un poder emanado de 10 millones de votos.

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