Educar a la ciudadanía y a sus dirigentes
¿Es el Código Penal la única frontera a la que apelar para justificar el sexismo, el insulto, el matonismo y la descalificación? Habría que preguntar, por ejemplo, a Sánchez Dragó que airea sus actos sexuales con menores porque "ya ha prescrito" el delito; o a Esperanza Aguirre por justificar el desacato a los símbolos de la nación el Día de la Fiesta Nacional -ella, tan patriota- apelando a la libertad de expresión; o a Pérez Reverte insultando a Moratinos y sacando pecho después como si hubiera hecho alguna gracia; o al alcalde de Valladolid y sus exabruptos sobre la ministra Leire Pajín.
¿No deben los jefes de filas, los electores, los seguidores de quienes así actúan reprochar de forma contundente su comportamiento, negarles su apoyo y su reconocimiento? ¿No son conscientes unos y otros de la dificultad que entraña educar a sus hijos en unos valores de igualdad, respeto y civismo ante semejantes ejemplos? ¿Sobre qué bases éticas y cívicas pretenden construir nuestra sociedad? ¿Vale todo, como la tan mal traída a veces "presunción de inocencia", mientras no nos pille un juez?
Ante la reiteración de estos comportamientos, podemos constatar lo que les cuesta a algunos desprenderse de ciertas nostalgias, de cuando el machismo y la prepotencia eran señas de identidad de los prohombres de todo un régimen y cómo otros no deben tener unos principios democráticos muy claros cuando confunden la sanción legal con la educación de la ciudadanía.