Embarazada y despedida
Mi prima está embarazada. Hasta aquí ningún problema. Esta semana, justo 10 días antes de que salga de cuentas, ha sido despedida por una de las grandes constructoras que alega el fin de su obra, aunque ha contratado a otra persona como supervisor de la misma, que por cierto, no está embarazado.
Hasta el día del despido, mi prima se seguía levantando a las seis de la mañana, aguantó el calor de la obra en agosto, los 200 kilómetros de recorrido en coche y sus correspondientes atascos, el agotamiento físico y psíquico de todo un verano sin vacaciones, pese a las reprimendas de toda su familia que temíamos que le sucediera algo en su estado.
Ella alegaba el amor por su profesión, la importancia del trabajo bien hecho, que el esfuerzo valía la pena porque, en definitiva, estar embarazada no es estar enferma y se enseña con el ejemplo.
El despido será nulo, pero el desprecio de la empresa hacia su voluntad y tesón y el insulto hacia su condición clama al cielo.
Y parirá la próxima semana y a su hijo le enseñará que tiene que existir un sentimiento ético por encima de cualquier decisión arbitraria, porque, al paso que vamos, no verán nuestras hijas e hijos una sociedad más justa e igualitaria pese a todas las reformas laborales, leyes y campañas publicitarias. La de ahora da risa, por no decir pena.