Energía nuclear
El poderoso lobby nuclear está utilizando, durante los últimos años, toda la artillería a su alcance para intentar que la energía del átomo tenga una oportunidad más de aumentar su implantación en los países occidentales. En este reiterado ejercicio de persuasión intervienen ex líderes políticos en declive, antiguos líderes ecologistas tornados en pronucleares, círculos de empresarios a los que no preocupa que las subvenciones para esta energía vengan del bolsillo del contribuyente... Y eso, a pesar de que cada vez es más conocido que este tipo de energía nunca fue rentable sin subsidios estatales, y a pesar de que la informada opinión pública occidental está mayoritariamente en contra de esta energía por los riesgos no asumibles que comporta.
En este contexto, la elaboración por parte de la Comisión Europea del documento Análisis estratégico de la política energética de la UE, en el que se apoya la energía nuclear como fuente de energía clave para mejorar la independencia energética y para afrontar los retos que plantea el cambio climático, supone una bofetada en la cara de los europeos (pocos) que todavía creemos en el proyecto político europeo como vehículo de modernización y como transmisor de ciertos valores diferenciadores como el de sostenibilidad.
La propia Comisión Europea publicó en enero de 2006 una encuesta en la que los ciudadanos europeos, preguntados sobre qué fuente de energía priorizarían para mejorar la situación de dependencia energética en sus países, manifestaban su rechazo contundente a la energía nuclear como opción -12 % de apoyo-, mientras que pensaban que era clave potenciar la implantación de energías renovables como la solar y la eólica -48% y 31% de apoyo, respectivamente-.
La solución a la delicada coyuntura energética europea no pasa por dar mayor peso a la energía nuclear, sino por un modelo energético en el que se fomente el ahorro y se penalice el derroche, y en el que la energía provenga de un mix en el que predominen y aumenten gradualmente su peso las energías renovables, y en el que las energías tradicionales -térmica y nuclear- funcionen como energías de transición.
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