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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa se encarrila

La cumbre encuentra 'in extremis' respuestas precarias a sus tres retos más apremiantes

El proyecto europeo ha vuelto a sus cauces, aunque probablemente sea a costa de reducir su calado. Sarkozy ha puesto a Europa en marcha, aunque seguramente con una nueva merma de su calado. Al margen de los aspavientos y de su lenguaje triunfalista, que reclama acuerdos históricos, el presidente francés y de la UE hasta fin de año ha tenido el acierto de consensuar respuestas para tres crisis simultáneas sin romper la unidad. Sus atajos y su heterodoxia funcional incorporan muchas contradicciones e interrogantes, pero han logrado resultados concretos en los asuntos clave. Hay un horizonte para que el Tratado de Lisboa entre en vigor en 2010; existe un acuerdo de mínimos sobre la lucha contra el cambio climático y se han limado las diferencias entre Francia, Alemania y Reino Unido a la hora de abordar la crisis económica.

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Para que entre en vigor el Tratado de Lisboa, que moderniza y democratiza el funcionamiento de la UE, ha sido preciso hacer grandes concesiones a Irlanda, que convocará un nuevo referéndum en otoño. El precio ha sido zarandear la arquitectura del equilibrio institucional de la UE. Para satisfacer a Dublín, que exigía no perder su comisario, que no les garantizaba el Tratado de Lisboa, se ha optado por conceder un comisario a todos los Estados. Se han pulverizado así todas las teorías que durante años argumentaron la necesidad de una Comisión más reducida, más operativa y con un poder independiente ante el Consejo y el Parlamento. Ahora se sostiene lo contrario y se postula que cuantos más comisarios, más influencia. Sarkozy ha apostado también por encumbrar al presidente de la Comisión a un papel más relevante, olvidando el carácter colegial de este organismo. Y todas estas concesiones sin garantías de que Irlanda no repita su negativa al tratado.

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En la lucha contra el cambio climático, el Consejo ha mantenido los objetivos, pero ha cedido en muchos instrumentos. Se cifra la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2020 en un 20% y se propone una eficiencia energética del mismo porcentaje y que las energías renovables signifiquen el 20% del total. Todo bastante inverosímil y con importantes concesiones a las industrias más contaminantes. Para los que corren el riesgo de deslocalización de empresas o de la competencia de países menos exigentes la UE es generosa en exenciones. Todo ello puede hipotecar al final los objetivos planteados, aunque el paso dado en Bruselas ha sido reconocido por los líderes de Naciones Unidas y Estados Unidos en la defensa medioambiental. Y justifica la invitación a Obama a que se una al esfuerzo europeo.

Ante la crisis económica, el Consejo ha exhibido sobre todo su unidad, cerrando muchas heridas de las últimas semanas. La Comisión y más de 20 Estados ya se habían lanzado a iniciativas de estímulo fiscal que, en su conjunto, suponen más de 200.000 millones de euros. Aprobar estas iniciativas e intentar su coordinación era obligado. Y lo han conseguido.

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