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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Euskadi poselectoral

Las urnas avalan una salida pactada del laberinto soberanista de Ibarretxe

Los resultados del 9-M ofrecen una oportunidad para que la política vasca salga del círculo vicioso en que se encuentra desde los tiempos de Lizarra. El PSE ha tenido más votos que el tripartito que encabeza Ibarretxe, y los partidos que se oponen al plan del lehendakari tienen 20 puntos porcentuales más que los que lo apoyan. Aunque sean datos que pueden modificarse en el futuro, desmienten la pretensión del nacionalismo de representar a todos los vascos o a una mayoría definitiva, base a su vez de los planteamientos soberanistas del lehendakari.

El veredicto del 9-M reproduce (aumentado) el de las autonómicas de 2005, planteadas por Ibarretxe como un plebiscito y en las que la coalición PNV-EA que encabezaba perdió 140.000 votos. Ahora pierde casi 150.000, pero en vez de irse mayoritariamente a la abstención (que suele ser la estación intermedia antes de cambiar de destino) recalan en buena medida en el PSE. Cuando eso ocurre, se plantea si el partido que los recibe debe adaptar su política a la influencia de los nuevos votantes o mantener aquella por la que ha sido votado por ellos. En la situación actual, si el PSE hiciera una política más nacionalista, aceptando parte del planteamiento soberanista, sólo conseguiría la radicalización del genuino nacionalismo. Hay ejemplos de esto.

La partida decisiva está por jugarse. Tras algunas vacilaciones iniciales, los sectores más realistas del PNV parecen haber comprendido que la hoja de ruta de Ibarretxe les lleva a un callejón; sencillamente, porque no hay una mayoría independentista, por lo que seguir por esa vía puede llevarles a perder el poder; y que Arzalluz haya recomendado endurecer posiciones les habrá alertado seguramente de los peligros de hacerle caso.

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De los resultados de las tres últimas elecciones (2005, 2007, 2008) parece deducirse que un punto de acuerdo posible entre los principales partidos vascos sería la aceptación de una reforma del Estatuto en el marco constitucional. Urkullu dijo de entrada que tal limitación le parecía un mal punto de partida, pero el sábado, en la asamblea de su partido, esquivó cualquier referencia a la consulta de Ibarretxe y en cambio habló de evitar "frentismos y políticas de confrontación". Algo que hoy por hoy sólo garantiza un consenso autonómico dentro de la legalidad.

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