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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Triunfo republicano

Jacques Chirac barrió ayer en la segunda vuelta de las presidenciales francesas, en una demostración de que la mayoría se ha movilizado en defensa de los valores republicanos: la libertad, la igualdad y la fraternidad, recordadas ayer por el triunfador. Ha sido un referéndum en favor de la República. Más de un 81% de los votantes franceses han dicho no a Le Pen, con una altísima participación, inferior a la de 1981 o 1988, aunque similar en porcentaje. Le Pen ha sido derrotado, pero el resultado obtenido por el veterano dirigente de la extrema derecha racista y xenófoba no le borra del mapa. Chirac repite mandato, esta vez por cinco años, en una Francia en crisis por el hecho de que Le Pen llegase a esta segunda vuelta anulando al candidato socialista, Lionel Jospin. Las legislativas de junio se convierten, así, en una tercera vuelta.

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Nunca en la historia de la V República un presidente ha ganado por tanta diferencia en una segunda vuelta, ni con tan bajo porcentaje en la primera. Chirac sabe que ha ganado contra Le Pen, no por sus propios méritos. No tiene un mandato, salvo el del élan democrático, el de impulsar los valores republicanos. Sigue siendo un dirigente con encanto, pero con poca fiabilidad, y que queda protegido por los muros del Elíseo frente a cualquier acusación de corrupción. Chirac se había convertido, como se ha dicho, en un recurso contra Le Pen. Paradójicamente, su programa había alimentado en parte a Le Pen, con su prioridad, repetida en su modesto discurso de triunfo de ayer, en la lucha contra la creciente inseguridad ciudadana, vinculada en el imaginario popular a la inmigración. Lo más concreto de sus promesas es que creará un Consejo de Seguridad Interior presidido por el jefe del Estado, y que bajará los impuestos.

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De cara a esa tercera vuelta de las legislativas, Chirac cuenta con grandes recursos. Su próxima designación del primer ministro que ha de gobernar al menos hasta las elecciones de junio le permite reforzar el mensaje de la 'coherencia' y la 'competencia', frente a la tensión de la cohabitación entre un presidente de un color político y un primer ministro de otro. Está por ver si los franceses están tan hartos como su presidente, o como el resto de los europeos, de esta cohabitación. Bajo la bandera republicana puede reagrupar un centro-derecha que se resiste a la unificación. Si Chirac logra sus propósitos y recupera una mayoría en la Asamblea Nacional, y ése ha sido uno de sus propósitos en esta campaña, Francia estará ante una nueva refundación de la V República.

La izquierda plural había saltado en pedazos el 21 de abril y ha votado masiva y forzadamente a Chirac contra Le Pen. Jospin deja no sólo la jefatura del Gobierno, sino también la de un partido socialista que tiene poco más de un mes para elegir y lanzar un nuevo, o una nueva dirigente, y renovar su discurso, pese a que el balance de gestión de Jospin resulte más que decente.

Le Pen no sólo no podía ganar ayer, sino que ha fracasado: el resultado está lejos del 30% que se había fijado. Pero su número de votos ha aumentado ampliamente respecto del total de la extrema derecha el 21 de abril, una nada despreciable cifra de cinco millones y medio, un poderoso trampolín para las legislativas, pues se dirimen en la segunda vuelta no entre los dos, sino entre los tres diputados con más votos en cada distrito.

Ha sido la juventud la que más se ha movilizado en esta segunda vuelta, tras una primera en la que la abstención, 27,63%, elevada en unas presidenciales, favoreció a Le Pen. El susto de la primera vuelta habrá servido para poner de relieve que cada voto cuenta, llevar a los ciudadanos a las urnas, aunque la participación no haya alcanzado los máximos de los años ochenta. Con ser muy francés, y acudir sus seguidores con la boina y la baguette a sus mítines, fenómenos parecidos a Le Pen están alcanzado un grado de apoyo y respetabilidad preocupante. Berlusconi y sus aliados de gobierno, tan xenófobos como Le Pen, sienten que tras lo ocurrido en la deshonrosa primera vuelta francesa, y con las relaciones entabladas con otros ejecutivos europeos, el peligro de aislamiento italiano en Europa ha sido superado. Muchas elecciones europeas, desde Irlanda a Holanda, pasando por el país central de la UE, Alemania, se están viendo contaminadas por la derecha antieuropeísta. Pero Francia, pese a su crisis de identidad, demostró ayer que a la extrema derecha se la puede parar en las urnas.

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