Fujimori, en la cárcel
El ex presidente peruano Alberto Fujimori (1990-2000) está desde ayer en una prisión de Lima. Tras 22 meses de cómoda espera bajo arresto domiciliario en Santiago de Chile, la justicia chilena concedió el viernes la extradición a Perú
entregándolo de inmediato. Fujimori se ahorrará unos cuantos cargos, puesto que sólo se le podrá juzgar por aquellos por los que Santiago ha concedido la extradición, que son por responsabilidad en sendas matanzas perpetradas por escuadrones de la muerte y otros por corrupción. Por estos últimos podría sufrir una condena de 10 años, pero por las muertes, hasta 20 años. Y a sus 69 cumplidos, Fujimori no necesariamente iría a prisión, puesto que la justicia peruana admite que a partir de los 70 años los condenados cumplan la pena en su domicilio.
Y aquí es donde la política con minúscula puede pesar en favor del ex jefe del Estado, porque el APRA del presidente Alan García no tiene mayoría en la Cámara y necesita los 13 escaños del partido fujimorista, que dirige su hija Keiko Sofía. Así es como la táctica dilatoria de los defensores para que no haya sentencia antes de que Fujimori cumpla esa edad clave de los 70 años puede hallar algún eco en el Ejecutivo.
El ex presidente, que se había jactado desde su exilio en Japón, su país de origen, de que volvería a Perú, probaría su inocencia y alcanzaría de nuevo el poder, tiene hoy un porvenir mucho más negro. Si la justicia puede probar su implicación en los crímenes de los escuadrones, por lo que también se halla en prisión su ex mano derecha, Vladimiro Montesinos, cumplirá más pena de lo que le pueda quedar de vida. El chileno Pinochet logró eludir la cárcel por ancianidad y lentitud procesal, y todos los ex dictadores latinoamericanos deberían rendir en vida cuentas ante la justicia. Alberto Fujimori habrá de probar que no había conexión con las barbaridades que se cometían en su nombre para escapar al castigo. No será fácil.
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