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Columna
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Goldman, en el BCE

Joaquín Estefanía

Dentro de ocho días se reúnen los ministros de Economía de los 27. En su cumbre ordinaria manosearán el nombre que sus mayores, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, han pactado para suceder a Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE), que dejará su puesto a finales de octubre por fin de su mandato. Si todo va bien -si Merkel ha conseguido las contrapartidas que pide- del Consejo Europeo del 24 de junio saldrá el nombre del italiano Mario Draghi como nuevo capo de la política monetaria europea.

¿Un italiano al frente del ultraortodoxo BCE? ¿Dos representantes de los PIGS -el vicepresidente es el portugués Vítor Constâncio- en la cúpula de la institución que vela por el control de los precios? Esta es una imagen desenfocada: lo importante no es la nacionalidad sino la ideología que los acompaña. A pesar de las veleidades keynesianas de su prehistoria, Draghi -hasta ahora gobernador del Banco de Italia y presidente del Consejo Europeo de Estabilidad Financiera- lleva toda su vida entrenándose para la máxima representación del BCE. Y por si alguien tuviese dudas de ello (Alemania), en los últimos meses ha multiplicado sus intervenciones públicas respaldando la necesidad de subir los tipos de interés para embridar la inflación, aunque ello sea contraproducente para los países más retrasados en la recuperación, incluida la propia Italia.

Después de pastorear las finanzas en EE UU, un hombre de ese banco de inversión puede llegar a Fráncfort

Si la oposición de Merkel -que tenía su propio candidato, el expresidente del Bundesbank, Alex Weber, un halcón entre halcones, hasta que este le falló- se vence concediendo a la canciller alemana varios puestos esenciales para la gobernación del euro (los presidentes del Consejo Económico y Financiero de la UE y del Consejo de Estabilidad Financiera) hay otro punto frágil en la candidatura de Draghi, que sin duda será rememorado por los críticos del BCE: fue vicepresidente internacional de Goldman Sachs entre los años 2002 y 2005, cuando este banco de inversión asesoraba al anterior Gobierno griego, con métodos de contabilidad creativa, para disimular los volúmenes reales de su déficit y deuda pública, y que está en el origen de la catástrofe que ahora padece la economía de ese país. Goldman ha debido sacar una nota explicativa para advertir que Mario Draghi no trabajaba con gobiernos sino con empresas y que, por lo tanto, no tiene nada que ver con ese contencioso tan desagradable para su reputación.

Al margen de esta casuística tan concreta hay otro aspecto que resaltar: si Draghi toma posesión de la presidencia del BCE, otro hombre de Goldman Sachs pertenecerá a la estructura de gobernanza oficial de una zona del mundo, del mismo modo que ha ocurrido en el pasado reciente en EE UU. Allí, durante algún tiempo ha parecido que la condición necesaria para ser secretario del Tesoro o asesor económico del presidente (sea este demócrata o republicano) era provenir de ese banco de inversión, que en los últimos tiempos ha pisado todos los charcos de la crisis. -

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