Al Gore, en Barcelona
El pasado día 23, el señor Al Gore ofreció una conferencia en Barcelona. A él hemos de agradecerle una buena parte de la sensibilización generada ante el cambio climático. Pero Al Gore presenta un discurso excesivamente "tecnooptimista", como es su confianza en los biocombustibles. Como es normal para las personas que vivimos derrochando energía (a costa de los países pobres, por cierto), nos cuesta entender que la mejor alternativa para combatir el exceso de emisiones de CO2 no pasa por un cambio de fuente energética, sino por una reducción del uso de la misma.
Los agrocombustibles no ofrecen soluciones de protección del medio ambiente. Con los modelos de agricultura actuales, cultivar productos agrícolas para transformarlos en diésel o etanol exige, primero, el uso intensivo de petróleo y de fertilizantes nitrogenados que comporta emisiones de óxido nitroso, otro de los gases responsables del efecto invernadero, además de contaminar la capa freática, ríos y mares.
Y, segundo, ampliar la deforestación de enormes áreas ocupadas hoy por las últimas selvas del planeta, reservas de biodiversidad y pulmón del planeta. Sólo en Brasil se prevé la deforestación de no menos de 80 millones de hectáreas de selva amazónica, equivalentes a España e Italia. La deforestación por tala o quema es, a su vez causa, de un 18% de las emisiones de CO2. Con los agrocombustibles, el balance final es negativo: emitimos más CO2 del que teóricamente nos ahorramos.
Los agrocombustibles además dificultarán aún más la vida de millones de familias campesinas del Tercer Mundo. Cien hectáreas dedicadas a la agricultura familiar generan 35 empleos y muchos alimentos. Los monocultivos para agrocombustibles sólo entre 2 y 10 empleos y gasolina, que no se come. Los 824 millones de personas que hoy sufren hambre están aumentando mientras las excedencias de granos se destinan a... ¡producir carburantes.
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