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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ibarretxe presiona

El 'lehendakari' Ibarretxe ha vuelto a reunirse con Arnaldo Otegi y otro dirigente de la ilegalizada Batasuna, pocos días antes de la fecha en que debe comparecer como imputado por un encuentro idéntico anterior ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Con independencia de que la judicialización de la política mediante denuncias o querellas resulte más que discutible, Ibarretxe no puede ignorar que con gestos políticos como el de recibir ahora a Otegi está lanzando un desafío a los jueces. Gesto agravado por la convocatoria por parte de su partido, el PNV, de una marcha de protesta en vísperas de la comparecencia y de una concentración ante el Palacio de Justicia el día en que está prevista su declaración.

El deber de respeto entre poderes no cesa en el supuesto de que uno de ellos pudiera haberse extralimitado en sus funciones; y nadie puede erigirse en juez y parte para decidir que tal extralimitación existe, como pretende Ibarretxe con el respaldo del PNV. La actitud de este partido es de abierta presión a la justicia, sin que el hecho de que puedan encontrarse antecedentes en otras formaciones pueda considerarse una eximente. Lejos de contribuir a la defensa de las instituciones, según reza el lema de la marcha prevista para el próximo día 29, el lehendakari y su partido están poniendo en evidencia hasta qué límites consideran legítimo llegar en su enfrentamiento con el poder judicial.

Considerar impropio el intento de fiscalizar desde los tribunales la acción del Ejecutivo, sea central o autonómico, tal como ha hecho el Supremo en un auto reciente, no proporciona un aval al encuentro entre el lehendakari y Otegi. Atendiendo a estrictas razones políticas, Ibarretxe debería haberse abstenido de ese gesto. Su iniciativa arroja una sombra de duda retrospectiva sobre su reciente encuentro con Zapatero, cuya posición acerca del final dialogado del terrorismo queda oscurecida, sobre todo porque la cita en La Moncloa se presentó como discreta y no como institucional. Por otra parte, el mundo de ETA recibe la pésima señal de que la vía de los contactos sigue abierta a pesar del atentado de Barajas y del incremento de la violencia callejera. La idea de que mantener la comunicación con el brazo político de los terroristas contribuye a reforzar a los sectores más proclives al abandono de las armas es de dudosa aplicación al caso. Pues también puede ser interpretada en sentido contrario por los más intransigentes, como prueba de que los atentados, incluso con víctimas, no detienen las conversaciones.

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Es posible que, recibiendo a Otegi, el lehendakari haya pretendido resolver en su favor las diferencias de criterio en materia antiterrorista con el presidente del PNV, Josu Jon Imaz. Es un juego peligroso, que no dice mucho a favor de la responsabilidad de un lehendakari que ostenta la representación del Estado en la comunidad autónoma vasca.

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