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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inquisición polaca

El Tribunal Supremo de Polonia ha invalidado en parte la Ley de la Lustración, la norma con la que el presidente de la República, Lech Kaczynski, y el primer ministro, su hermano gemelo Jaroslaw, pretendían que centenares de miles de polacos declarasen si habían tenido relación con los servicios secretos del régimen comunista. La ley ahora parcialmente invalidada es prolongación de la que se empezó a aplicar en 1997, y que afectaba a políticos y altos funcionarios de la Administración, incluida la justicia. La pretensión de los gemelos Kaczynski consistía en ampliar la lista de colectivos obligados a cumplimentar esta declaración de inquietante resonancia inquisitorial, incluyendo a periodistas, profesores de Universidad, directores de empresas que coticen en Bolsa, directores de colegios e, incluso, empresarios privados. La nueva norma preveía, además, publicar los nombres de los ex colaboracionistas en Internet. En realidad, una versión moderna de los sambenitos del Santo Oficio.

El Tribunal Supremo polaco ha anulado los artículos referidos a los nuevos colectivos y a la publicación de los nombres, lo que sin duda supone un importante revés para los Kaczynski. Pero no para el sistema inquisitorial que ya existía en el momento de su llegada al poder y del que han pretendido valerse, endureciéndolo. Tal vez Polonia sea uno de los países de la antigua Europa del Este en los que se advierte con más claridad que la desaparición del comunismo no conlleva el abandono de sus métodos. No por estar concebidas como instrumentos contra el antiguo totalitarismo, la Ley de 1997, y menos aún la Ley de la Lustración impulsada por los Kaczynski, son normas compatibles con el sistema democrático. Su objetivo no es ordenar la convivencia ni prever condenas para los delitos, según hace el ordenamiento jurídico en los Estados de derecho, sino conceder estatuto legal a las nuevas purgas, tan infamantes como las que llevaban a cabo los dirigentes comunistas, sólo que de signo contrario.

El Tribunal Suprºemo polaco ha conseguido, al menos por el momento, detener la cruzada extremista de los gemelos Kaczynski contra el pasado. Pero el principio de la cruzada subsiste, y ésa es una de las numerosas sombras que se ciernen sobre el futuro de Polonia. No importa que sean muchos o pocos los ciudadanos que tengan que acreditar una versión de la limpieza de sangre; lo inquietante es que la limpieza de sangre, en viejas o en nuevas versiones, vuelva a ser criterio para el ordenamiento jurídico o la acción de un Gobierno europeo.

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