Inseguridad aérea
He seguido las noticias que han aparecido últimamente sobre los controladores aéreos. En un principio, me hacía gracia el ministro José Blanco en su papel de Robin Hood. Sin embargo, el progresivo ensañamiento de su campaña contra ese colectivo me hacía suponer que estaba preparando el terreno para otros intereses.
Por fin, el pasado día 5, el ministro enseñó lo que ha estado celosamente preparando: en un real decreto con trámite de urgencia se ha decretado la liberalización del control de tráfico aéreo. Tal hecho me parece mucho más preocupante, pues no estamos hablando de un servicio público cualquiera, sino de un servicio en el que debe primar la seguridad por encima de todo. Es obvio que el único objetivo de toda empresa privada son los beneficios. Es suficiente con recurrir a la hemeroteca para comprobar los problemas que ha habido en los tres o cuatro países europeos en los que se ha privatizado el control aéreo: basta recordar los intermitentes apagones en todo el sistema de control de Reino Unido y sus correspondientes caos por falta de inversiones en equipos, o que la última colisión en vuelo de aeronaves fue en Suiza por insuficiencia de personal.
En España, el ministro de Fomento ha decidido echar a los controladores de las torres de control. Va a empezar por las nueve que tienen menos vuelos. Los controladores van a ser sustituidos por personal no cualificado sin estudios superiores a los que se va a formar durante dos meses, en lugar de los dos años de aquéllos, y que además no han pasado por ningún proceso de selección, pues, sospechosamente, el plazo de presentación de solicitudes fue de un día y se presentaron tantos como vacantes. Curiosamente, todos ellos han suspendido la prueba de nivel de inglés, y la mitad el examen final de aptitudes, lo que no ha impedido el aprobado general y que, por tanto, lleguen a dar servicio de información, ¡que no de control!
Estos seudocontroladores han sido escogidos y formados por una empresa privada, Ineco; admitámoslo, así funciona la empresa privada. No entro a valorar si los sueldos de los controladores son merecidos, pero estoy convencida de que ese trabajo exige mucha responsabilidad y lo debe realizar alguien que haya pasado por un duro y estricto proceso de selección y que tiene la preparación y el temple necesarios.
Sólo pido un poco de cordura a AENA y al colectivo de controladores para que lleguen a una solución negociada al conflicto, y también a la manipulada opinión pública para que no permita que el Gobierno privatice la seguridad aérea. Como habitual pasajera de avión, me estoy empezando a asustar.
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