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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Irán y la bomba

El OIEA revela alarmantes avances del régimen de los ayatolás hacia el arma atómica

El último informe sobre Irán del Organismo Internacional de la Energía Atómica, divulgado anoche, no deja lugar a dudas sobre las ambiciones bélicas del régimen de los ayatolás. Aunque el órgano de vigilancia de la ONU se abstenga de considerar definitivas sus conclusiones -siguiendo el guion marcado por una década de tira y afloja con Teherán- estas resultan palmarias. La evidencia compilada por el OIEA revela más allá de cualquier duda razonable que Irán viene dando todos los pasos teóricos y prácticos encaminados a conseguir un arma atómica viable. Si estará lista en dos o cuatro años es cuestión abierta.

El designio nuclear iraní ha estado oscurecido en los últimos tiempos por el estallido y las repercusiones de las sucesivas revueltas árabes. Pese a que el documento de la ONU viene a poner de nuevo en primer plano una cuestión crucial, que consume desde hace años sin resultados a la diplomacia occidental, encabezada por Estados Unidos, es poco probable que su contenido lleve al Consejo de Seguridad a estrechar drásticamente el cerco al régimen teocrático. Tanto Rusia, que ya ha criticado el informe, como China, a las que cuestiones estratégicas y comerciales hacen en la práctica dos efectivos aliados de Irán, ostentan derecho de veto en el máximo órgano ejecutivo de la ONU. Washington no puede admitir públicamente el fracaso de su solemne política de contención, iniciada por George W. Bush y continuada por Obama, pero viene adoptando medidas tan explícitas frente a la amenaza como la costosísima expansión de su escudo antimisiles, en tierra y mar, en zonas al alcance de los cohetes iraníes.

A Irán le ha llevado cerca de 20 años llegar a las puertas del arma nuclear, circunstancia que hace inverosímil un parón voluntario a estas alturas. Teherán sigue manteniendo que su programa es pacífico y descarta tajantemente plegarse a presiones exteriores. El drama de esta degradada situación es que solo uno de sus finales posibles, el más improbable, es satisfactorio: el triunfo de una mezcla de diplomacia y sanciones internacionales que lleve a los ayatolás a negociar. Los otros dos son parecidamente aterradores: o un régimen fundamentalista y militante, que aspira a la hegemonía en Oriente Medio, en poder de la bomba; o, más probable y cercano en el tiempo, un ataque previo de Israel, con o sin el beneplácito de EE UU, para intentar evitarlo.

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