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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Jóvenes y vandalismo

Adolescentes y jóvenes han aprendido en la escuela que faltar al respeto al profesor no suele traer consecuencias, que incluso agresiones verbales o físicas rara vez implican un castigo. ¿Por qué deberían mostrar ahora mayor respeto hacia médicos, bomberos o policías? Se pide al sistema educativo que compense carencias de normas en aquellos alumnos cuyos padres no les ponen límites, ¿cómo lo va a lograr con una legislación escolar que ha despojado al profesor de toda autoridad?- Adrián Begoña Moncó. Madrid.

Se ha organizado una gran polémica respecto a lo ocurrido la noche del sábado en Pozuelo de Alarcón. Los medios lo han convertido nuevamente en una prueba de la falta de valores y de respeto de los jóvenes hacia la autoridad. No hay forma de justificar este acto violento, pero los jóvenes estamos hartos de que se nos persiga como delincuentes. Constantemente se nos criminaliza en nuestro ocio, como si fuéramos alcohólicos y violentos por organizar encuentros sociales en los que se bebe, como en cualquier reunión en un bar. La policía nos persigue constantemente, cualquier grupo de jóvenes reunido en la calle es un posible foco de conflicto. La solución al botellón ha pasado por convertir a un enorme sector de la sociedad en potenciales delincuentes, provocando una enorme brecha entre las "fuerzas del orden" y los individuos que sostendremos la sociedad del mañana. ¿Cómo van a respetar los jóvenes a la policía si ésta los vapulea diariamente al amparo de la ley antibotellón? (36.100 multas por botellón en los primeros siete meses del año en Madrid).

En esta desconfianza y sentimiento hostil está la semilla de lo sucedido en Pozuelo. Se confunde el verdadero origen del problema y se siguen poniendo parches legales al inconformismo de los que nos vemos perseguidos por practicar un ocio que se nos niega en lugar de canalizarse.

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No carecemos de principios, ni de convicciones, ni tenemos más rebeldía ni cinismo del que hemos tenido siempre, pero la legislación nos ningunea y se olvida de nosotros, haciéndonos formar parte del problema en lugar de convertirnos en la solución.

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