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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La posible colaboración franco-española

GUY PERRIMONT, jefe de redacción del semanario socialista francés L'Unité, afirmaba hace dos días en Lisboa que un Gobierno de izquierda en Francia no toleraría la utilización de su territorio como «santuario» de ETA Militar o cualquier otro grupo terrorista. Argumentaba el socialista francés contra la tolerancia de Giscard d'Estaing en relación con los terroristas españoles y sobre la necesidad de las fuerzas progresistas francesas de consolidar jóvenes y frágiles democracias corno la española y la portuguesa.Escasos días antes de su elección presidencial, el entonces candidato François Mitterrand prometía solemnemente oponerse, de llegar al Elíseo, a la extradición de supuestos terroristas etarras detenidos en Francia y restablecer el estatuto del refugiado político para personas huidas del País Vasco español. Al tiempo, los tres primeros sindicatos galos denunciaban la política represiva del presidente Giscard hacia los refugiados españoles.

Toda una acumulación de contradicciones y sinsentidos, que bien merecen una reflexión una vez pasado el período electoral francés. En primer lugar, no es exacto atribuir a la presidencia de Giscard intenciones «represivas» sobre el exilio terrorista español; ni durante el régimen anterior, repudiado por las democracias occidentales proclives a comprender el terrorismo político, ni en los años de la Monarquía constitucional, por cuanto administraciones derechistas, como la giscardiana, afectadas por problemas de corrupción e imagen pública, necesitan siempre congratularse con sus izquierdas en base a gestos que suelen pagar los países vecinos. La democracia española nada debe a las autoridades francesas en su desesperada lucha contra el terrorismo.

El triunfo del socialismo en Francia puede invertir esta situación, pese a las declaraciones preelectorales de Mitterrand. Primero, porque es muy cierto que, al menos en teoría, el socialismo francés tiene que estar muy interesado en la consolidación de la democracia española sí es que los socialistas están más asistidos de principios de ética política que los giscardianos. Y una de las fracturas de las libertades públicas en España pasa por el brote terrorista, apoyado en Francia, del País Vasco español. Segundo, porque Mitterrand, el autor de El grano y la paja, ese humanista cruzado de literato, tiene la autoridad moral que le faltaba a Giscard: la que le puede permitir discernir precisamente entre el grano y la paja, la política oportunista de la construcción de modelos de sociedad, la política socialista del pistoletazo o la bomba. Los hombres de Mitterrand no pueden amparar en su territorio a los asesinos de nuestros ciudadanos, civiles o militares. Así las cosas, un presunto terrorista, supuesto responsable de la muerte alevosa de seis guardias civiles y del asesinato de Ibarra, como Tomás Linaza Echevarría, detenido por la policía francesa y reclamado por las autoridades españolas, pudiera servir de prueba para una nueva etapa de colaboración entre los dos países «por la democracia y contra el terrorismo».

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Bien es cierto que a nosotros nos toca buena parte del trabajo previo para asentar esa colaboración. Ni la menor duda puede pender sobre el carácter inequívocamente terrorista o delictivo de ciudadanos españoles que busquen el socorro del suelo francés. Cualquier error policial, cualquier extralimitación de funciones por parte de nuestras fuerzas de seguridad, la continuidad de la estúpida «guerra sucia» entre los vasco- franceses; errores -si, como esperamos, es un error- similares al de Almería empañarían la credibilidad del Gobierno de Madrid cada vez que reclama a un presunto asesino en la frontera del Norte. Para pedir sinceridad y transparencia a las autoridades francesas tenemos, mal que nos pese, que empezar a pagar nosotros, y con creces, la misma moneda.

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