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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Con desagrado respondo

Javier Marías

Con desagrado respondo a las dos extensas cartas que el 3 de julio le dirigieron, como sendas réplicas a mi pieza El artículo más iluso, del 26 de junio, la familia López-Aranguren, por un lado, y don Javier Muguerza, por otro. Si la de éste era educada (cosa que agradezco), y la de los Aranguren era en cambio agresiva e insultante, ambas coincidían en el propósito de desautorizar ("puro y simple disparate", para Muguerza; falsas y graves acusaciones "con razonamientos falaces e injuriosos", para esa familia) lo que yo había comentado respecto del profesor en mi escrito, sin nombrarlo. Y de ahí viene en parte mi desagrado, pues aunque sus hijos e hijas son muy dueños de considerar esa omisión "pura y simple cobardía", lo cierto es que pretendí con ella tener una deferencia, por mínima que fuese, imposible de mantener ahora.

No todo me lo desautorizaban, por cierto. Ni el uno ni los otros me desmentían que Aranguren, "en un libro de 1945", hubiera hablado del "triunfal Alzamiento" o del "jolgorio plebeyo" que acompañó el advenimiento de la República. Y si en eso no mentía, ¿por qué iba a haber mentido en lo demás? Quizá deberían habérselo preguntado los remitentes.

Los hermanos Aranguren me acusaban de haber relacionado "directamente la representación", que su padre tuvo en su provincia natal de Ávila, "de Tabacalera, con la tarea delatora" que, según mi artículo, el profesor habría reconocido, sin concederle importancia, "en una de esas charlas universitarias de verano", hace pocos años. Debo decir que tal relación "directa" la han establecido sólo ellos, no yo, que me limité a preguntarme si también a ocupar ese "enjundioso cargo" se habría visto Aranguren "obligado", como lo había sido, según él, a "espiar a sus colegas y a informar de sus "deslealtades" al régimen".

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Tanto Muguerza como la familia Aranguren aducen que eso es sencillamente imposible, porque el catedrático no fue tal hasta 1955, y yo había dicho: "... al término de la Guerra Civil, y durante años...".

Ese es, en efecto, mi único error. Un error de fechas. Escribí de memoria, recordando con inexactitud la información de Abc y de Diario16 del 21 de agosto de 1993, con los siguientes y respectivos titulares: "Aranguren: "El régimen franquista me obligó a informar sobre intelectuales en el exilio", y "Aranguren fue obligado a colaborar con Franco". En una y otra noticia se ampliaba más o menos de la misma forma (Antonio Astorga, en Abc; Servimedia, en Diario16; cito del primero): "El filósofo José Luis Aranguren... aseguró que durante la Guerra Civil fue obligado a colaborar con el régimen franquista redactando informes sobre algunos intelectuales españoles en el exilio exterior, entre ellos Xabier Zubiri. ...Aranguren explicó que, tras simular una enfermedad para evitar que los nacionales lo enviaran al frente, fue destinado... a una oficina en la que colaboró, etc. ...Dichos documentos señalaban la posible peligrosidad o no del regreso de algunos intelectuales contrarios a Franco, que... ya se encontraban fuera de España".

No tengo inconveniente en pedir disculpas por ese error de fechas que, con todo, quizá dejaba al profesor Aranguren en levemente mejor lugar que la cita de ahora, pues si esa clase de "informes" traían graves consecuencias en la postguerra, en plena guerra solían resultar fatales. Es sorprendente, sin embargo, que Javier Muguerza no reconociera en su carta dicho error mío y no se limitara a corregírmelo. Lejos de eso, mi alusión a su maestro no merecería "otra calificación que la de gravemente insidiosa... si no fuera... puro

y simple disparate". Resulta muy sorpredente porque las ahora citadas declaraciones de Aranguren tuvieron lugar en El Escorial, dentro del curso de la Complutense Herencia y recuperación del exilio filosófico español de 1939, dirigido por... el profesor don Javier Muguerza.

¿Más? Más. El 6 de agosto de 1995, en entrevista a EL PAÍS, Aranguren reconocía (los subrayados son míos): "Después de la guerra desempeñé por poco tiempo un trabajo que consistía en informar sobre los colaboradores de la República en San Sebastián". Así que quizá tampoco mentí ni erré, a la postre, al decir "al término de la Guerra Civil".

¿Aún más? Más todavía. El 16 de octubre de 1990, en entrevista a Cambio16, Aranguren afirmaba (subrayados, también míos): "Lo que nos ocurrió a todos fue que nos hubiera gustado más un régimen que no fuera ni el republicano de Negrín ni el de Franco; pero ¿cuál triunfó? Pues triunfó Francisco Franco, ¿no?, entonces si son éstos los que vencen ¡qué le vamos a hacer! Hay que estar con los que vencen. Es decir, lo que hicimos todos, resignarnos y aceptar".

Era justamente esa actitud niveladora, esa falacia igualadora, lo que yo reprochaba en El artículo más iluso: no las actuaciones más o menos reprobables de unos y otros durante la guerra y la postguerra, sino la actual autoindulgencia de los que en mayor o menor grado estuvieron "con los que vencen", la cual lleva aparejada la máxima ofensa a quienes no estuvieron con esos en modo alguno, ni voluntariamente ni "obligados" por las circunstancias. "Lo que hicimos todos", dijo Aranguren; yo me limité a señalar que precisamente eso no fue así, y que no todos hicieron lo que él, o el "prestigioso columnista" o el "muy premiado novelista" a quienes también aludí, sí hicieron.

Los hijos del profesor, por otra parte, son tan ingenuos o tan desinhibidos en su carta como para alegar que la Representación de Tabacalera en Ávila ya la había obtenido su abuelo y un primo de éste "mucho antes de la Guerra Civil", y que "a la muerte de nuestro abuelo en 1941, su parte fue heredada a partes iguales por... nuestro padre y nuestro tio Eduardo". ¿No se dan cuenta acaso de lo que significa eso? En esas fechas mucha gente era expropiada por el Gobierno de Franco, sus bienes eran confiscados, a muchos se les prohibió volver a ejercer sus profesiones liberales, de médicos, abogados, maestros, periodistas. Que nada menos que la representación de un monopolio estatal como Tabacalera fuera confirmada en 1941 a don José Luis y don Eduardo López-Aranguren indica lo bien vistos que tenían que estar entonces por el régimen franquista (y claro que en aquellos tiempos de hambre general se trataba de una "prebenda mayúscula", como dije), y lo bien que ellos tuvieron que ver a ese régimen.

Tanto como para que el profesor, en su mencionado libro de 1945, también utilizara expresiones como "a poco de terminar

victoriosamente nuestra guerra", o escribiese que cuando D'Ors redactaba Decretos al frente de la Jefatura Nacional de Bellas Artes (esto es, en 1939), "nunca las columnas de la Gaceta o el Boletín Oficial han hablado a los españoles con tan solemne y habitual dignidad".

No busquen estas citas en la reedición de ese libro. La filosofía de Eugenio D'Ors, de 1981, porque ahí están convenientemente alteradas o expurgadas. Lo cual contradice la afirmación de Javier Muguerza de que, además de todo, Aranguren "nunca presumió de ser lo que no era". Resultaría quizá más creíble si no hubiera desenterrado sus viejos escritos, para maquillarlos y censurarlos.

Concluyo como empecé, con desagrado. Pero tal vez la familia Aranguren debiera dirigir el "desprecio" que siente por mi persona hacia otra parte, no sé cuál, alguna.-

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