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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mal clima previo

Se mantienen las divergencias de intereses que amenazan a la cumbre sobre cambio climático

La preparación de la cumbre que se celebrará el próximo mes en Copenhague contra el cambio climático está en mantillas. La reunión celebrada estos días en Barcelona, que tras las de Bali, Bonn y Bangkok, debía madurar al menos las actitudes de los distintos bloques, ha resultado un nuevo fracaso, lo que constituye un mal augurio para la cumbre de la capital danesa.

Las actitudes son demasiado dispares. En un extremo, muchos países en vías de desarrollo reniegan de autofijarse objetivos concretos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero con carácter vinculante. Les asiste una razón de fondo, pues el grueso de las emisiones procede de los países desarrollados. Pero también es evidente que las potencias emergentes están multiplicando sus perjuicios respecto al medioambiente, y que, según estima la Agencia Internacional de la Energía, se convertirán en plazo no muy largo, en los principales emisores. De aquí que los objetivos deban ser, a diferencia del protocolo de Kyoto, vinculantes para todos.

En el otro extremo figura EE UU, que se niega a firmar ningún compromiso internacional concreto hasta que el Senado dé su visto bueno a la ley de reducción del 17% para 2.020 (un objetivo menos ambicioso que el de Kyoto) ya aprobado por la Cámara. Quiere evitar la repetición del revés sufrido por Bill Clinton, que vio volteado su prestigio internacional cuando los senadores tumbaron en 1997 todas sus promesas.

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Es cierto que los EE UU de Obama se han tomado muy en serio la cuestión. Se han declarado principales responsables históricos del cambio climático. Han aprobado en primera instancia una ley para combatirlo en casa. Y han dedicado 80.000 millones de dólares a promover las energías limpias. Pero también lo es que otros países o bloques con sus propias dificultades son capaces de llegar a compromisos y tomar decisiones.

Es el caso, por ejemplo, de la Unión Europea, que en las reuniones previas se ha fijado unos compromisos cuantificados: 20% de reducción, convertible en un 30% si otros hacen lo mismo. Y disposición, aunque sin fijar su reparto, a aportar hasta 50.000 millones de euros anuales para ayudar a los emergentes, la mitad de los recursos necesarios. Pero su ejemplo no ha sido seguido, por lo que la cita de Copenhague se encamina, salvo milagro de última hora, hacia el fracaso.

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