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LA DEFENSORA DEL LECTOR
Columna
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Memoria y publicidad

El domingo 21 de noviembre algunos lectores se vieron sorprendidos al abrir el periódico. Su segunda página, la apertura de la sección de Internacional, estaba ocupada en su totalidad por el anuncio de un conocido banco.

Los lectores de EL PAÍS se quejan, de vez en cuando, del avance de la publicidad que consideran invasora en las páginas "nobles" del periódico. Lo hicieron cuando en mayo del año pasado la página primera de Opinión, "noble" por excelencia, se vio invadida por un anuncio "en lugar del artículo de Vargas Llosa o Savater", se dolía Gerardo Ortiz. O cuando consideran, caso de Manuel Cusachs, que es excesivo el protagonismo de la publicidad en páginas impares completas en detrimento de la información. Ahora han vuelto a quejarse.

"Soy lector de EL PAÍS desde su aparición y creo, si no me falla la memoria, que nunca había visto que se inserte una página entera de publicidad, referida a una conocida entidad bancaria, nada menos que en la página 2 del periódico. Por muy sustanciales ingresos que esa página haya producido a escala empresarial, considero exagerada su inclusión en un lugar tan privilegiado, donde uno espera encontrarse con la información internacional más candente. No creo que un toque tan mercantilista favorezca nada la línea que los lectores esperamos de ese diario, simplemente por cuestión de estilo", se queja Jorge Juan Fernández, de Valladolid. Otros lectores también han manifestado a esta Defensora su perplejidad por esta publicidad, al tiempo que preguntaban si se trataba de un precedente o un caso aislado.

La directora de Publicidad del periódico, Hortensia Fuentes, asegura que no descarta nuevos anuncios, aunque, en cada caso, deberá consultarlo con el director del periódico.

Por su parte, el director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, afirma: "En el cuadro de tarifas publicitarias de EL PAÍS figura una tarifa especial para la página 2. Por lo tanto, en el futuro puede haber publicidad en esa página. No es cierto que nunca la haya habido; la colección del diario contiene numerosos casos con media página de anuncios. En el diseño histórico del periódico el tema más relevante de internacional se reservaba para la página 3, que era propiamente la apertura de la sección. Es cierto que en los últimos años ha habido un relativo deslizamiento que ha llevado a plantear con frecuencia temas de apertura a doble página. Pero a lo largo del diario las distintas secciones abren en página par o impar según el perfil publicitario del día, con una zona históricamente exenta, que han sido las páginas de opinión".

Sin duda, la memoria nos juega malas pasadas, y no sólo al lector. Esta Defensora hubiera jurado que esta página 2 publicitaria a la que se refiere era la primera de la historia de EL PAÍS. Por suerte, existen las hemerotecas y los servicios de Documentación. Porque ha habido 23 ocasiones en las que la página 2 de este periódico ha sido ocupada al completo por publicidad. Y aunque, mayoritariamente -21 ocasiones-, fue entre 1976 y 1979, la última vez -anterior a la que comentamos- fue el 7-7-1993.

Ya se sabe que la memoria es selectiva y borramos aquello que no nos interesa recordar, con perdón de los publicitarios.

Por cierto, la tarifa especial -para 2005- de dicha página, siempre en blanco y negro ya que se ha descartado el color porque podría manchar la portada, es de 33.800 euros para un día laborable y de 50.000 euros en domingo.

Techo de cristal

Si hacemos caso a las protestas que ha motivado el artículo de Babelia Una literatura bien traducida al español (4-12-2004), incluido en las seis páginas que, con ocasión del Nobel concedido a la escritora Elfriede Jelinek, dedicaba a la literatura austriaca del último medio siglo, a los traductores españoles les pasa algo parecido a las mujeres: tienen un techo de cristal profesional que les resulta sumamente difícil traspasar. No importa su calidad, ni reconocimiento público.

El artículo colofón de estas páginas, firmado por C. D., hacía referencia, ya desde su titular, a lo bien traducida que estaba en España la literatura austriaca. Sin embargo, y pese a que se citaban distintas obras, no figuraba ni un solo nombre de traductor.

"Causa una vez más desazón ver cómo la autora enumera profusamente títulos, autores y editoriales que, en efecto, son epítome de lo ampliamente traducida que está la literatura austriaca al castellano, y que no aparezca ni uno solo de los traductores que han llevado a cabo tantas traducciones. De lo cual cabe deducir que la literatura austriaca está 'bastante' traducida al castellano -gracias, en efecto, a los editores y sobre todo a los lectores que la disfrutamos-, porque si realmente está 'bien' traducida, y doy fe de que lo está, los nombres de los traductores a los que ha de atribuirse la 'bondad' deberían figurar en algún sitio. Por más que llueva sobre mojado, es de rigor que el agua se encauce como corresponde", se queja Miguel Martínez-Lage.

"¿Qué círculo vicioso es ese que nos impide ver y, por tanto, mencionar? Si un traductor riguroso ha de ser el buen lector por antonomasia, ¿no comenzará el respeto a los lectores por ahí, destacando la labor de individuos que nos permiten el acceso a la literatura escrita en otro idioma? ¿O seguimos creyendo que la obra traducida sale ya calcada del original? ¿Taumaturgia? ¿Obra y gracia del Espíritu Santo?", alega Mario Merlino. Y Jesús Zulaika añade: "Señores reseñadores de libros de EL PAÍS, lo de ustedes con los traductores se llama lisa y llanamente contumacia". Son quejas a las que se suman María Teresa Gallego, Ferran Esteve y Dolors Udina.

La redactora jefe de Babelia, María Luisa Blanco, contesta: "En Babelia siempre se cita a los traductores en el tratamiento individual, tanto de un libro como de un artículo, y cuando digo siempre es siempre. Hay ocasiones, sin embargo, como en el artículo de referencia, en que hay que seleccionar los datos a favor de la información. Es decir, si se trata de dar una lista del mayor número de libros traducidos para informar al lector de que estos autores puede encontrarlos en el mercado español, se opta, como en este caso, por dar título del libro, autor y editorial, aunque en algunos casos, también por una cuestión de espacio, se ha eliminado incluso la editorial. Me parece más importante que el lector sepa que todos esos autores están traducidos, que citar sólo a la mitad con sus correspondientes traductores. No es por tanto un fallo, sino que se ha primado una información que era el objetivo sobre otra que en este caso era secundaria".

Es cierto que Babelia -de acuerdo con lo que establece el Libro de estilo para los artículos literarios o amplios reportajes "en los que el manejo del lenguaje por el traductor sea un elemento de calidad de trabajo"- cita a los autores de traducciones de libros y artículos, lo que no siempre se hace en otras secciones del periódico. Pero a esta Defensora, aunque entiende muy bien las limitaciones del espacio a las que se refiere la responsable de Babelia, le resulta difícil entender que, en un total de seis páginas, no se puedan sacar cuatro o cinco líneas para dar los nombres de los elogiados traductores. Sin duda es importante que los lectores sepan que esos autores están traducidos, pero los libros no se traducen solos, los traductores existen y sus nombres son también información. Y lo mismo que les exigimos buenas traducciones, hay que reivindicar para ellos, como para las mujeres, el fin del techo de cristal.

Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo electrónico (defensora@elpais.es), o telefonearle al número 913 377 836.

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