¿Moderno o ridículo?
Ya costaba permanecer impávido ante las últimas apariciones de Mariano Rajoy, vitoreado por un coro de jóvenes entresacados de los fans de los Jonas Brothers. Pero la escenografía a lo Obama ha alcanzado unos límites que ya se zambullen en el ridículo. Véase, si no, el energético mitin, representación teatral o fiesta de instituto que el domingo protagonizaron en Madrid los más altos representantes del Gobierno y del PSOE.
Quizá haya sido una octava de la fiesta de Halloween, costumbre estadounidense que poco a poco se impone entre nuestros niños y sus correspondientes padres guays.
Señalemos sólo dos de los muchos extravíos cometidos por los modernísimos encargados de organizar el sarao. Por un lado, hacer que señoras y señores muy respetables -María Teresa Fernández de la Vega, Elena Salgado, Felipe González, Juan Carlos Rodríguez Ibarra- pasaran por el bochorno del paseo por la pasarela, fingiendo un contento impropio por desmesurado.
Momentos había en que tan respetables figuras, sin saber a qué cámara mirar o qué gesto componer, asemejaban ser los dobles de los auténticos Fernández de la Vega o González, guarecidos tras la sonrisa impostada del mal actor de retablillo.
Más ridícula fue la salida a escena de unos figurantes a modo de periodistas, que con gran ingenio preguntaban necedades a los altos dirigentes que estaban previamente señalados y adoctrinados. Lo peor no era el interrogatorio y las respuestas amañadas.
Más doloroso para la profesión era escuchar los beneplácitos, felicitaciones y palmeteos con los que tales remedos de periodistas apostillaban al político. Debe ser que éste es el papel que Ferraz y La Moncloa esperan de los periodistas. En lugar de tanta imagen confitera de pastel de calabaza, hagan ustedes comparecencias de verdad ante periodistas de verdad.
Así se le podría preguntar a Mariano Rajoy por qué en lugar de pedir más leyes y pactos contra la corrupción no echa del partido a quienes incumplen las que hay para forrarse; O a Zapatero por el paro o la gran coordinación en el caso del Alakrana.