Mujeres: mirar a otro lado
De nuevo ha llegado el Día de la Mujer Trabajadora, y de nuevo las mujeres constatan que tienen motivos para sentirse muy insatisfechas. La equiparación social no sólo no prospera al ritmo que querrían, sino que en algunos ámbitos incluso retrocede. En pleno siglo XXI, siguen muriendo a manos de hombres poseídos por una cultura de dominación y machismo que se resiste a desaparecer; siguen siendo víctimas de las maniobras excluyentes de quienes, desde la complicidad masculina en cargos y privilegios, se aferran a los resortes de poder; siguen siendo víctimas de empresarios que utilizan los resquicios de la ley para perpetuar unas desigualdades salariales injustas; y las pocas que se aventuran a una carrera política, siguen siendo víctimas de un sistema anquilosado que las relega.
Y todo eso, pese a que en la última legislatura hemos tenido un Gobierno con voluntad política para intentar superar las viejas injusticias. Se ha aprobado una ley contra la violencia de género que ha puesto mecanismos y recursos para la defensa de las mujeres, y sin embargo siguen muriendo en la misma o mayor proporción que antes. Tenemos una Ley de Paridad que obliga a ceder a las mujeres cargos de responsabilidad en las empresas y en la política, y sin embargo, en 2007, han cesado de los consejos de administración de las empresas del Ibex 35 más mujeres de las que han entrado. Y en la primera ocasión que hemos tenido de comprobar los efectos de la ley en las listas electorales, lo que vemos es que de nuevo hay más hombres susceptibles de ser elegidos que mujeres. Si se repitieran los resultados de 2004, sólo habría cuatro diputadas más en el Congreso.
La desigualdad está incrustada en lo más profundo de nuestra cultura. Si no se avanza más es porque muchos de quienes dicen empujar el carro del progreso, a la hora de la verdad, en sus respectivos ámbitos, prefieren mirar hacia otro lado.
