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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Navarra, sí que sí

En vísperas de su toma de posesión como presidente de Navarra, celebrada ayer, Miguel Sanz sorprendió a la afición (y a Rajoy) con unas declaraciones en las que se mostraba partidario de que su formación, la Unión del Pueblo Navarro (UPN), cuente en su momento con grupo parlamentario propio en el Congreso. Este desmarque respecto al PP, con el que UPN tiene un pacto de asociación desde 1991, constituye un reflejo elocuente de la creciente autonomización de los intereses del personal político de las comunidades autónomas, que gestionan ya cerca del 40% del gasto público.

Al anunciar su dimisión, tras el veto de Ferraz al pacto con Nafarroa Bai (NaBai), el candidato del PSN, Fernando Puras, advirtió del riesgo de que surgiera un partido socialista navarro sin dependencia orgánica respecto al PSOE; o sea, algo parecido al PSC, que sí pudo decidir su política de alianzas sin contar con (e incluso contra la opinión de) la ejecutiva socialista. Parece que Sanz quiere adelantarse; que considera que su asociación con el PP le perjudica más que le favorece en la medida que desdibuja su condición de partido navarro y navarrista, que es lo que justificó su creación en 1979. El modelo no es tan diferente del que tuvo en la cabeza Aznar cuando especuló con la posibilidad de que CiU jugara en Cataluña un papel similar al de la CSU de Baviera en relación a la CDU alemana.

Aunque exista el precedente del préstamo de escaños a Coalición Canaria, la propuesta de Sanz sería inviable hoy: UPN sólo cuenta con dos diputados, y el mínimo para formar grupo es de cinco. Sin embargo, sus declaraciones parecen tener menos de propuesta concreta que de mensaje político. En primer lugar hacia los socialistas, a los que ayer volvió a invitar a sumarse al pacto de gobierno que encabeza. Los socialistas dijeron tras el 27-M que el acuerdo era imposible mientras la derecha no retirase sus acusaciones de entrega de Navarra a ETA. Se trataría ahora de desvincularse de esa teoría, marcando distancias con el PP.

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Pero la propuesta de Sanz contiene también un mensaje hacia su propio electorado. Sostiene que en Navarra la frontera no pasa tanto entre derecha e izquierda como entre defensa de una autonomía diferenciada o integración en Euskadi. Piensa que el foralismo, pese a ser muy mayoritario, queda difuminado en el Congreso entre los dos grandes partidos, dando un protagonismo desproporcionado a los nacionalistas de NaBai, que se presentan como si fueran la voz de la comunidad. Frente a lo que esas siglas significan (Navarra sí), Sanz viene a proponer unas que digan: Navarra sí que sí.

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