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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Necesaria liquidez

Las medidas del BCE son adecuadas, aunque insuficientes para neutralizar las amenazas

Las decisiones adoptadas por el Banco Central Europeo (BCE) son consecuentes con los muy serios problemas de liquidez que afectan al sistema bancario de la eurozona desde hace meses. Eran necesarias, pero de ningún modo suficientes para neutralizar otras amenazas que pesan sobre la zona monetaria común. La reducción del principal tipo de interés de referencia en un cuarto de punto, hasta situarlo en el 1%, era esperada. Especialmente después de que, al término de la anterior reunión de ese órgano decisor, su nuevo presidente Mario Draghi conviniera en el inquietante diagnóstico que su antecesor, Jean-Claude Trichet, había pasado por alto. Draghi inició la corrección de errores precedentes, tres ascensos del tipo repo en plena crisis económica. Asumió que, lejos de peligros inflacionistas, la eurozona se enfrenta a un serio riesgo de recesión, además de las amenazas sobrevenidas de la crisis de la deuda pública a un número cada día mayor de economías.

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El impacto de la creciente desvalorización de los títulos de deuda pública sobre los balances bancarios era evidente desde hacía meses. Fue precisamente el propio BCE el que decidió el verano pasado intensificar sus compras de bonos públicos italianos y españoles en el mercado secundario, ante la amenaza de insostenibilidad de los tipos de interés que definían esos mercados.

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De mala gana asumió el banco central esas intervenciones que alteraban la tradicional ortodoxia alemana. Esa actitud tímida no está facilitando la normalización de la situación financiera de la eurozona. De hecho, la situación se ha agravado hasta dotar de virtualidad a escenarios próximos a la fragmentación o segmentación de la eurozona. Mientras, los bancos acusan la creciente desconfianza de todos los proveedores de liquidez: desde los ahorradores particulares hasta la propia comunidad bancaria internacional. Consecuencia de ello es la asfixia de numerosas empresas. Por eso es acertado que también el BCE haya decidido ampliar los plazos a sus inyecciones de liquidez a los bancos, hasta tres años, y haya flexibilizado la adopción de colaterales en las mismas.

Sin embargo, para contribuir a eliminar las todavía muy serias amenazas que pesan sobre la estabilidad financiera y sobre la propia viabilidad de la moneda única es necesario que aumente sus adquisiciones de bonos públicos en el mercado secundario. Es necesario también que lo haga en la magnitud acorde con la naturaleza excepcional de los problemas que acosan al más importante proyecto de la UE. Ello debe ser compatible con la capitalización necesaria que la Autoridad Bancaria Europea ha vuelto a recordar y con los avances que debe ofrecer el Consejo Europeo; avances tendentes a fortalecer el horizonte de integración fiscal y, en todo caso, a corregir los serios problemas de gobierno de las instituciones comunitarias. Es de esperar que de ser así, el BCE deje de decepcionar y abandone sus reticencias a estabilizar los precarios mercados de deuda pública.

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