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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre 'El nudo de Chiapas'

Los españoles tendemos a ver de manera paternal e idealista los problemas de América Latina, pero el idioma común nos permite conocer de primera mano opiniones del continente que nos abren los ojos a tiempo. No me parece el caso de Octavio Paz, que en su artículo El nudo de Chiapas (publicado el 7 de enero en EL PAÍS) nos da una visión, a mi juicio, mezquina del reciente levantamiento zapatista mexicano. Según el Nobel, el reconocido malestar del indígena no se fía, ni con mucho, la principal causa, pues el Gobierno "en los últimos años" ya "realizó esfuerzos considerables", al parecer, "a largo plazo". Parece ser que "grupos infiltrados" de "extremistas" que "son gente de la ciudad" (¿o serán los alborotadores de fuerza o agitadores subversivos, tan buscados antaño?) les habrían incitado a la violencia mientras dirigían la asonada, sin que las autoridades hiciesen nada por anticiparse (¿quizá fusilarlos por repartir parífietos?). Sólo esto explica la "indudable habilidad táctica" (algunos hasta con palos de madera y machetes) y el momento elegido, "suscitando el desconcierto y la confusión en un periodo particularmente difícil de nuestra vida política". Sólo al final reconoce el autor la responsabilidad "quizá más grande", pero sólo "en términos históricos y morales", de los terratenientes. ¿Quiere esto decir que no son culpables directos del latifundismo, la marginación y la sobreexplotación que empuja al indígena al límite de su resistencia física y moral? ¿Sólo pasó que sus antepasados eran pillos y ellos pillines? Pero "el Ejército podrá restablecer pronto el orden"; porque es que eso, el orden, es lo importante; la justicia, la igualdad y los derechos humanos ya llegarán cuando hayan llegado, si llegan.En resumen, si el autor pretende hacer una llamada a la serenidad, creo que consigue lo contrario. Leer que forasteros te enseñan a levantarle la mano al señorito no debe sentar nada bien; menos aún saber que el movimiento por el que das tu vida "carece de fundamentos ideológicos". Es una cuestión de dignidad. A su pesar, esas gentes no "viven en otra época", viven y sobre todo mueren en lugares como Chiapas y parecen querer decir algo, que no ha sido escuchado en el pasado. Deberíamos escucharles al menos ahora.-

El artículo del escritor mexicano Octavio Paz El nudo de Chiapas aporta, aunque de manera involuntaria, luz acerca de cómo los sectores identificados con el poder en México conciben la revuelta campesina que se está desarrollando de manera sangrienta en el Estado sureño de Chiapas. Es indignante cómo de manera tan ligera el escritor afirma que los campesinos indígenas que hoy combaten con las armas siglos de injusticia "han sido engañados por un grupo de irresponsables demagogos". Esa llana y simple mentalidad colonial es la que ha sido incapaz de concebir que sean precisamente los humildes, los marginados, los indígenas, quienes hayan decidido por sí mismos decir basta a sus precarias condiciones de vida.

El señor Paz desprecia el arcaísmo de las motivaciones ideológicas que condujeron a la revuelta, pontificando que "son ideas simplistas de gente que vive en una época distinta a la nuestra". Seguramente, la vida miserable de los otros, los campesinos y los pobres en el país, parece ser de otra época a la que conoce y disfruta el Nobel de literatura. A Octavio Paz, sin complejos, parece preocuparle más el que no se enturbie la imagen internacional de México, "precisamente en el momento de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC)". Lo que está sucediendo en México puede ser sólo el comienzo de un nuevo ciclo de re-

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vueltas en América Latina de continuar como hasta ahora los programas de ajuste estructural que están llevando a las mayorías a la desesperación. ¿A quién acusarán después estos sorprendidos intelectuales?- Rachel Sieder. Londres.

El abuso de ciertos perfumes literarios deben haber estragado el olfato del señor Octavio Paz, incapaz de percibir el hedor de la sentina institucional mexicana y el aire rasgado de la rebelión zapatista. Hace tiempo que su discurso político es el mismo que sustenta la clase dominante mexicana: espaldas mojadas, pelaítos, pobrecitos indígenas, son un lastre que impide a la nación flotar entre las rosadas nubes de los países industriales y civilizados. Y ahora que estaban en el buen camino, ¡por fin con los yanquis!, a los indios les da por alzar la voz y decir que existen.

A tal grado de desprecio han llegado las declaraciones oficiales que no admiten la posibilidad de un movimiento insurgente indígena: están engañados (como siempre) por agentes foráneos. ¡Los mayas no existen!, sólo viven en los manuales de historia y antropología. Los indios no tienen una existencia real, son una ilusión para turistas y amantes del costumbrismo folclórico.

Pues bien, ahí están aquellos mayas que dominaron mágicamente el tiempo y el espacio, que pusieron sus fuerzas y su ciencia al servicio del hombre, que el expolio y vejación de sus patrones culturales y sociales les redujo a un estado de miseria fisiológica y espiritual que parecía definitiva. Y, sin embargo, siglos de opresión y humillación no han conseguido aniquilar el espíritu vital del hombre maya-quiché- Enrique Carlón. Cimadevilla, Gijón.

No, a mí no me han sorprendido los sucesos de Chiapas. Durante los nueve meses que fui profesor visitante, el pasado curso académico, de la Universidad Tecnológica de la Mixteca (Huajuapan de León, Oaxaca) lo que me sorprendió fue que no se produjeran este tipo de sucesos, la resignación con que asumían su indigencia innumerables seres humanos, no sólo en las zonas rurales, sino también en las zonas urbanas, principalmente en Ciudad de México.

No conozco el Estado de Chiapas ni sus condiciones peculiares ni los esfuerzos realizados por los Gobiernos federal y estatal para remediar su situación. No sé cuál es la ideología del movimiento rebelde, si carece de fundamento, si es arcaica. No sé si los dirigentes de dicho movimiento son extremistas urbanos que viven en otra época, si son demagogos irresponsables que han engañado a las comunidades indígenas. Lo que sí conozco son las miserables condiciones materiales de vida de una parte significativa de la población, las intolerables desigualdades sociales y culturales que desgarran la sociedad por doquier. Lo que sí sé es que unas enseñanzas primaria y secundaria desastrosas arrojan una juventud yerma a las puertas de las universidades. Lo que sí sé es que los policías se agolpan, con el dedo puesto en el gatillo, en los centros bancarios mientras que cientos de kilómetros de carreteras del Estado de Oaxaca carecen por completo de vigilancia, a pesar de los frecuentes asaltos a autobuses de viajeros, que a veces conllevan violaciones y asesinatos.

El recuerdo de algunas imágenes aún me hiere: incontables chabolas que emergen de un lodazal hediondo a ambos lados de una autopista de acceso a Ciudad de México; una fila de niños desnutridos, trabajadores de la construcción, que cargan sobre sus hombros latas llenas de hormigón; una celda oscura y húmeda, sin catres, donde se hacinan varias mujeres erncarceladas; un anciano enfermo que agoniza, abandonado y casi desnudo, en una acera...

No es mi intención justificar la violencia, sino ampliar y agravar el aviso que cierra el artículo El nudo de Chiapas. ¿No sería adecuado hablar también del nudo de Oaxaca o del nudo de Ciudad de México? ¿O quizá, en definitiva, del nudo de México?- Miguel Matilla. Madrid.

El artículo de Octavio Paz sobre la rebelión zapatista de Chiapas es un ejemplo más de lo que da de sí la intelectualidad de la modernidad. Difícilmente puede uno encontrarse con tanta insensibilidad por los oprimidos desesperados. Según la prensa, las principales reivindicaciones de los rebeldes indígenas son: reforma agraria, mejora de las condiciones de vida y elecciones libres y democráticas. Pues bien, al poeta y ensayista lo anterior le parecen "ideas simplistas de gente que vive en una época distinta a la nuestra".

Gonzalo Ituarte, vicario general de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, denuncia "la injusticia, la opresión, la situación de extrema miseria, la marginación y el desprecio con que se trata a nuestros hermanos indígenas". Un guerrillero zapatista declara a una periodista: "Nos han arrebatado todo, no tenemos tierras ni trabajo ni alimentos; estamos desnutridos, sobre todo los niños".. Parece evidente que las palabras del vicario y del guerrillero reflejan las causas del estallido social.

"En Chiapas, la modernidad ha penetrado tarde y mal". ¿Qué querrá decir Octavio Paz? ¿Qué será la modernidad? Muy posiblemente, planes de ajuste y recetas económicas ultraliberales. Paz y sus compañeros de viaje modernos no ven más allá; y, mientras tanto, el fantasma de la miseria recorre América Latina.- Francisco Paños Santiago. Concejal de Izquierda Unida del Ayuntamiento de Córdoba. Córdoba.

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