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Otro PSOE es necesario

Que no me cambien los principios. A veces, para oponernos a los cambios necesarios, hablamos de principios. Cuando, hace más de 100 años, Pablo Iglesias llevó al movimiento obrero de las barricadas a las instituciones, o cuando Felipe González, otro líder transformador, condujo al PSOE del marxismo a la socialdemocracia, quienes se resistían a los cambios hablaban de principios traicionados. Refugiarse en cierto patriotismo de partido, en el país de "nosotros no tenemos que cambiar, ya cambiará la realidad", nada tiene que ver con los principios. Y el pasado, ya se sabe, es un país al que no se puede volver.

Pero el PSOE, si no es una iglesia, hoy está obligado a cambios profundos. Con crisis o sin crisis, porque no estamos ante una avería en la máquina, que se repara y a andar. Así que se equivocan en el diagnóstico quienes dicen que tenemos un buen proyecto, el de las pasadas elecciones, que hicimos lo correcto, pero la crisis nos hundió. El viejo consenso socialdemócrata posterior a la II Guerra Mundial ya hace tiempo que está agotado; ahora toca construir una nueva respuesta socialdemócrata para la sociedad del siglo XXI. En este desafío, si acertamos, la gente nos seguirá, si nos resistimos al cambio o nos equivocamos, la gente se irá a otra parte. No nos votarán por lo que hicimos, sino por lo que propongamos. Ese es el debate, y no si estuvimos allí o no, por más que insistan desde el equipo de Ferraz.

Millones de electores decidieron que no querían más de lo que se les ofreció las pasadas elecciones
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Cuando la vieja socialdemocracia fue capaz de equilibrar el capitalismo depredador con un buen catálogo de beneficios sociales, cuando se subieron los impuestos para cubrir pensiones y servicios sanitarios, cuando se regularon salarios y condiciones laborales, cuando se organizó un consenso que desplazó electoralmente a tanta gente del centro hacia la izquierda, también entonces se dieron fuertes resistencias a los cambios. Ahora, a toda la socialdemocracia, no solo a la española, le toca "adaptarse o morir"; el resultado de 110 diputados es demasiado contundente para no reaccionar. Y empecemos por la palabra, porque, como decía el bueno de Tony Judt, "no pensamos de otra forma si no hablamos de otra forma", y no hay mayor inhibidor electoral que las palabras gastadas. Tan gastadas como las que hemos empleado en los seis meses de campaña electoral, aunque se tienda a confundir tuitear con liderar, que no es lo mismo.

Reconociendo que esta crisis es producto directo del fracaso intelectual (y moral) de las ideas de los fundamentalistas del mercado, ¿cómo es que los electores confían ahora en ellos para gestionar la salida de la crisis? Pues, porque la socialdemocracia se ha quedado muda, sin una alternativa que llevarse a la boca, mientras los "De Guindos" circulan a sus anchas por Europa. Por eso, en el PSOE no es la hora de aguantar y a ver qué pasa, es la hora de un liderazgo valiente, "que no evite el desafío, que lo afronte, que lo explote y que lo personifique". Porque no nos enfrentamos solo a problemas económicos, es también un problema de estado de ánimo de la nación, que solo un liderazgo decidido podrá modificar. No es la hora de arrastrar los pies y esperar a que escampe, no es momento para darle vueltas y vueltas al asunto; hay poco tiempo y corre contra el PSOE. De momento, millones de electores decidieron que no quieren más de lo que se les ofreció en las pasadas elecciones. ¿Lo hicimos bien, pero no nos entendieron? Mejor será no seguir por ahí.

La máxima "cualquier gran fracaso tiene que obligarnos a reconsiderar las ideas fundamentales" casa bien con la actual situación del PSOE. El próximo congreso puede optar por trampear con la realidad y alargar la agonía o abrir la puerta a los grandes cambios que urgen. Para volver a movilizar a los electores sería necesario recuperar la idea keynesiana de la política como un ejercicio de la ética, qué pautas se van a seguir para una mejor distribución de la renta, cómo se va a luchar contra la desigualdad socialmente corrosiva e ineficiente, qué cambios para salir de un modelo económico en el que las recompensas cada vez dependen menos de los esfuerzos, o, en fin, con qué "propósito colectivo" convoca el partido de Pablo Iglesias a los españoles en esta nueva etapa. Carme Chacón responde a esa necesidad de liderazgo, para el PSOE y para el país.

Después de seis meses de campaña electoral, con todo el poder para proponer un proyecto del Partido Socialista a los españoles, se cosechó una respuesta ampliamente negativa de los electores. Más aún, se pudo detectar hasta qué punto las estrategias aplicadas obtenían el efecto contrario al que se perseguía; en seis meses, como muestran todos los estudios de opinión, incluidas las oleadas preelectorales del CIS, se pasó de una derrota segura a un desastre sin matices. ¿Más de lo mismo? Es la hora de aplicar las lecciones aprendidas, de no tener miedo al cambio, de no frenarlo.

Jesús Cuadrado Bausela es militante socialista y exdiputado por Zamora.

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