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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paso a Meirás

Lo que mal empieza, mal acaba, dice el refrán. Viene esto a cuento ante la actitud excesivamente altiva y confiada de la saga de los Franco sobre su patrimonio y la conducta comprensiva de los poderes públicos hacia ellos. El último de los incidentes gira en torno al famoso Pazo de Meirás, el castillo que en 1939 el general recibió por su victoria militar de un grupo de empresarios gallegos y gracias a donaciones recaudadas en los ayuntamientos. "Acepto gustoso y exclusivamente por ser un obsequio de mis queridos paisanos", confesó el dictador. Ahora, la familia se opone a que se realice una inspección técnica para determinar si es oportuno declarar el palacete como un bien cultural. Lo consideran una violación a su privacidad y el contencioso está en manos de los jueces.

Lo más sorprendente es que, en un primer momento, Carmen Franco Polo, la hija del anterior jefe del Estado, aceptó la inspección a través de una carta dirigida en enero a las autoridades gallegas. Más tarde, la situación cambió y sus hijos se negaron en rotundo este agosto. Se desconoce el volumen de bienes artísticos que encierra el pazo, construido por encargo de Emilia Pardo Bazán a finales del siglo XIX y donde se conserva gran parte de las obras de la escritora. Si persisten en esta actitud y es desestimado el recurso judicial interpuesto, los Franco corren el peligro de tener que pagar una multa de hasta 60.000 euros. No es mucho para una familia cuya riqueza no se vio en absoluto afectada tras la muerte del dictador. No hay una idea exacta del valor de su patrimonio, que algunos estiman entre 60.000 millones y 100.000 millones de las antiguas pesetas a través de fincas solariegas, inmuebles, aparcamientos y arte.

Este litigio jurídico sobre Meirás es una anécdota, pero muy reveladora de la arrogancia y habilidad con las que la familia del general se ha comportado ante los poderes públicos y el respeto y comprensión de éstos con ellos. Sin duda, hay que meterlo en el debe de la transición política de la dictadura a la democracia. Los Franco amasaron fortuna, evidente y lógicamente, durante las casi cuatro décadas que el caudillo estuvo en el poder, pero continuaron incrementándola después de su muerte a través de operaciones inmobiliarias muy discutibles. Si no se les aplicó la ley en su momento, resulta hasta razonable que ahora, con este incidente de Meirás, se sientan incluso ofendidos. Pero eso no significa en absoluto que no se deba actuar, porque si los argumentos de la Xunta de Galicia prosperan deberán aceptar cuantas inspecciones sean pertinentes.

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