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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Peligra la aldea global

China replica a Google que las compañías han de cumplir con las leyes domésticas

Ante el anuncio de Google de que podría abandonar el mercado chino por los ciberataques que padecen sus servicios, y por tanto sus usuarios, y que no piensa someterse a la censura local, el Gobierno de este país ha replicado que las compañías que operan en su territorio deben someterse a las leyes locales. Es un desafío mutuo de una enorme dimensión cuyo final y consecuencias son muy difíciles de adelantar.

De entrada, el reto de Google compromete al Gobierno chino, que hasta ahora ha desoído los lamentos sociales y diplomáticos por su férrea censura de Internet. Un país que aspira a incorporarse a la modernidad no puede aislarse de la Red, pero sin lugar a dudas existen tentaciones políticas de hacerlo y construir una triste muralla digital. China mantiene unas brutales restricciones en la Red y a la libertad de acción de las empresas que quieren trabajar en su territorio. Y hasta ahora lo ha hecho confiando en que nadie renunciaría a un mercado emergente con 350 millones de internautas. Y era verdad. Grandes multinacionales como Microsoft o Yahoo! se han plegado a sus dictados y Google lo ha estado haciendo desde que abrió en 2006 su buscador en chino.

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¿Por qué ahora Google dice basta? Los analistas más maliciosos, particularmente chinos, lo atribuyen a que ha fracasado en su intento de desbancar al buscador doméstico, Baidu, que lidera el mundo de las búsquedas. Pero es demasiado simple pensar que una potencia empresarial como Google renuncia a un mercado tan apetitoso porque no ha alcanzado sus expectativas de negocio.

No está claro en qué medida el Gobierno norteamericano, que tiene una larga agenda de desencuentros con su homólogo chino, que van desde la política ambiental a las normas comerciales, ha sido advertido claramente por Google no ya de su amenaza sino de la convicción con que quiere sostenerla. Si se tratara de una operación pactada políticamente no se explicaría que no se hubiera implicado a otras multinacionales norteamericanas con los mismos problemas aunque con menor resistencia comercial.

Si Google abandonara China sería una tragedia civil para sus ciudadanos, pues perderían una ventana al mundo global, aunque se trate de una ventana vigilada. Indudablemente, la sospecha más que verosímil de que las autoridades chinas husmean los servicios de Google con intención política o de espionaje industrial coloca a la firma en una delicada posición ante sus clientes occidentales, temerosos de emplear una plataforma tan frágil en un momento donde el futuro se llama computación en la nube, es decir, que los datos no se albergan en los ordenadores propios sino en servidores de empresas que han de garantizar su hermetismo frente a terceros. Esta misma semana, Google ha reforzado el cifrado de su servicio de correo en línea.

Estamos ante un horizonte crítico, en el que el peligro de un retroceso a épocas feudales acecha a la soñada aldea global.

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