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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Polo norte soberanista

Batasuna busca legalizarse como parte de una coalición independentista con partidos legales

Una ofensiva terrorista destinada a hacer creíble la posibilidad de negociación y una serie de movimientos destinados a burlar la Ley de partidos y conseguir que la izquierda abertzale ligada a ETA pueda presentarse a las elecciones locales de 2011. ¿Qué une a esas dos dinámicas del mundo radical? De los papeles internos de ETA conocidos estos días y de las declaraciones de diversos dirigentes políticos parece deducirse que ambas cosas tienen que ver con la propuesta de "Polo soberanista" anunciada en su momento por Otegi y que la sentencia de Estrasburgo ha obligado a afinar.

Cada vez que ETA está débil (es decir, cuando constata que hay más detenciones que atentados en un periodo largo) tiende a refugiarse en el conjunto del nacionalismo, y despliega una estrategia frentista. Ahora ha llegado a la conclusión de que el fracaso del frentismo de Lizarra y de los ulteriores intentos de revivirlo fueron motivados por la presencia en el mismo, como fuerza hegemónica, del PNV; y propugna como alternativa un frente explícitamente independentista que excluya a los de Urkullu e integre a EA, Aralar y Batasuna, y en el que esta última sería la fuerza principal.

Pero esos posibles socios condicionan su participación a la desvinculación de los de Otegi de la violencia. Las maniobras de las que ha hablado Rubalcaba (y confirmado el consejero vasco de Interior) irían dirigidas no tanto a obtener ya la legalización de Batasuna como a dar satisfacción a esos posibles socios: el nuevo secretario general de EA mostraba el domingo pasado la disposición de su partido a dar una oportunidad a Batasuna "si realmente apuesta por las vías políticas".

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La maniobra consistiría en una declaración de Otegi (con la autorización de ETA) de adhesión a los métodos democráticos y pacíficos. Algo similar al compromiso que el propio Otegi firmó en 1999 con Ibarretxe o al que planteó en Anoeta en 2004, y que no le impidieron callar ante la reanudación de los asesinatos.

Con esos antecedentes, es difícil que una declaración de ese tipo bastase hoy para recuperar la legalidad, como probablemente habría bastado en el periodo de tregua, después de tres años sin muertos. Pero tal vez sí podría servir para que EA y Aralar, con el apoyo de los sindicatos nacionalistas, aceptasen presentarse a las elecciones en una coalición soberanista de la que formaría parte Batasuna. El objetivo de esta formación sería estar presente en los comicios a través de su asociación con partidos plenamente legales. Con la esperanza de que ello dificulte la anulación de la candidatura.

No sólo para recuperar la cuota de poder (y las subvenciones) en el ámbito local, sino para disputar al PNV de Urkullu la condición de interlocutor de una posible negociación política futura: esa de la que hablan los papeles de ETA como resultado de "ofrecer parones en la lucha armada" para "recoger los frutos" de la ofensiva terrorista.

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