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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Primarias en la balanza

El PSOE busca mayor democracia con sus elecciones internas, pero debe mejorar el proceso

El PSOE está inmerso en elecciones primarias en tres comunidades autónomas y 11 municipios. Es, a pesar de la modestia de los números, el proceso de primarias más amplio de su historia. Ayer, la Comisión Federal de Ética y Garantías Estatutarias proclamó oficialmente a la treintena de aspirantes a competir como candidatos en las elecciones autonómicas y municipales de mayo, dando el pistoletazo de salida a las campañas internas. Estas culminarán el próximo domingo con el voto de los afiliados en esas 14 circunscripciones.

Las primarias suelen partir de situaciones de conflicto, allá donde el partido necesita un recambio para el cual no hay un único y evidente candidato o donde hay una lucha por el control interno del aparato. Ese origen explica en parte los enfrentamientos a cara de perro entre correligionarios que se están viviendo con particular virulencia en Madrid y en Valencia, donde el partido ha descartado al ex ministro Antoni Asunción por considerar que no contaba con el número de avales necesarios (15% del censo del partido) para competir.

Con las primarias, el PSOE muestra su voluntad de fortalecer la democracia en el interior del partido y, de paso, logra beneficios innegables. Son un aceptable sistema para renovar las cúpulas de los partidos, movilizan a los afiliados y dan visibilidad pública a los candidatos en liza. Pero a la luz de los enfrentamientos (graves descalificaciones entre candidaturas incluidas), parece evidente que los socialistas necesitan mejorar sus reglas internas para dotar a los procesos de una mayor transparencia y reglas inapelables que neutralicen, de inicio, cualquier sombra de sospecha. La discrecionalidad de la dirección para impedir las primarias donde el candidato oficial ya gobierna y tenga opciones de revalidar su victoria, como ha ocurrido en Leganés, es también revisable, pues tal pragmatismo casa mal con las alabanzas del partido sobre las primarias. Y revisable es también su negativa a los debates entre candidatos por considerar que defienden el mismo programa.

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Pero lo esencial de las primarias, dada su naturaleza, es su mera existencia. En la escena política española, solo el PSOE ha tenido el coraje de adoptarlas. Por ello, causa perplejidad que el PP aproveche los encontronazos internos de los socialistas para lanzarles duras acusaciones mientras dirime sus candidaturas por decreto, como acaba de hacer en Asturias para intentar descartar a Álvarez-Cascos.

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