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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Profetas del desastre

La subida del paro en agosto, la mayor en 11 años, ha abonado la tesis de que la economía española levanta el pie del acelerador tras años de crecimiento continuado. La construcción, el motor sobre el que se ha asentado ese crecimiento desde 1994, muestra síntomas de agotamiento. Y el terremoto financiero con epicentro en Estados Unidos ha metido miedo. El Gobierno ya advirtió en julio de que el ritmo de crecimiento de 2006 (3,9%) descendería este año una décima, y en medio punto el próximo. Ayer, el ministro de Economía, Pedro Solbes, admitió que las cosas no marchan tan bien como antes del verano por las incertidumbres existentes, derivadas en parte de un contexto internacional menos favorable. Pero los datos existentes no avalan a los profetas del desastre que ayer florecieron por doquier.

El líder del PP, Mariano Rajoy, ha acusado al Gobierno de no haber hecho otra cosa que seguir la inercia de la política económica de Aznar. Olvida que hay que remontarse justo hasta el momento del cambio de Gobierno (abril y mayo de 2004) para encontrar datos interanuales de paro tan malos como el de agosto y que en 2003, último año completo del Ejecutivo de los populares, no hubo un solo mes en que el desempleo bajara. O que las tasas de crecimiento de la economía durante la presente legislatura superan ampliamente (en más de un punto en los últimos trimestres) las de los últimos años del periodo de Aznar.

Es cierto que ante el freno de la construcción, no hay otros sectores que asuman plenamente el relevo. Los datos sectoriales de agosto revelan que también afecta significativamente a los servicios, y que la contratación indefinida ha descendido por primera vez desde la reforma laboral. La mala cifra sugiere que no se trata sólo de un dato estacional. Pero también hay que tener presente que la tasa de paro, según la última encuesta de población activa, se situaba en el 7,9%, la más baja de la democracia. Sería bueno, antes de lanzar juicios alarmistas, esperar, por ejemplo, a la próxima EPA, que ofrece un reflejo más cabal del mercado laboral que las cifras mensuales del paro registrado en las oficinas de empleo.

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La carestía de algunos productos básicos, la subida de los tipos de interés hipotecarios, la pérdida de vigor de la construcción y las incertidumbres derivadas de la tormenta financiera pintan un inicio de curso económico con algunas sombras que sería irresponsable ignorar. Pero es absurdo no poner esos datos en relación a otros de la realidad como que la economía española sigue creciendo muy por encima de la media europea, y creando más empleo que ningún otro país de nuestro entorno; y que, contra lo que parecen desear algunos críticos rutinarios, no hay datos para suponer que un posible descenso en los próximos meses en el ritmo de creación de empleos vaya a provocar un desplome comparable, por ejemplo, al producido en 1992.

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