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Progresistas y tecnologías de la comunicación

Cada vez que alguien diserta sobre la nueva sociedad y sobre las tecnologías nuevas, el auditorio reacciona de tres formas distintas. Están los que se asustan ante el panorama que se describe y prefieren, como el avestruz, esconder la cabeza debajo del ala; total, piensan, la cosa no va con ellos. No se dan cuenta de que ellos son usuarios de esas tecnologías y que en determinados servicios no aceptarían que las cosas funcionaran de una manera analógica. Se han vendido en España unos cuantos millones de TDT que lucen en las salas de televisión o en los comedores de otros tantos millones de hogares sin que muchos usuarios reparen en que las siglas del aparato en cuestión llevan incorporada la D de digital. Cuando salen de sus casas y acuden a un cajero automático o pagan sus compras con la tarjeta de crédito, no se percatan de que la digitalización ha entrado en sus vidas sin que ellos perciban los efectos de tal revolución. Ni uno solo de esos usuarios no avisados de la digitalización aceptaría que para la detección de un tumor, la medicina de hoy le aplicara tecnología analógica de ayer. Pobre defensor del paciente que tuviera que atender las quejas de esos usuarios por no haber sido atendidos a la hora de emitir un diagnóstico con el TAC de última generación, digital, por supuesto.

Hay que arriesgarse, saber lo que representamos y comunicar mensajes claros
La manufactura ya no será la base fundamental de la economía
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Otro grupo lo conforman los jóvenes que, como dice sir Ken Robinson, ya no usan reloj de muñeca ni para leer ni para dar la hora, ya que su teléfono móvil es el encargado de prestar ese servicio junto con 10 ó 12, según el contrato que tenga con la compañía telefónica, y el aparato que hayan comprado en el mercado. Esos jóvenes no es que sepan manejar "todos los botones" de cualquier aparato digital, como dicen y se extrañan los componentes del primer grupo, es que, además, saben qué significa el uso de cada tecla y qué supone para sus estudios y su trabajo el manejo de las mismas. Cualquier joven de 20 años entiende, por ejemplo, que es un disparate seguir rompiéndose las muñecas tomando apuntes en las clases magistrales, cuando un simple clic en cualquier buscador de Internet ofrece miles y miles de páginas, mucho más atractivas para su forma de aprender y entender, que los famosos apuntes manuales a los que tan aficionados son los que reclaman autoridad para el profesor y no para el cacharro (ordenador) que da más información sobre cualquier tema académico que el que puede acumular una persona a lo largo de toda su vida.

Por último, están los denominados progresistas que acostumbrados al funcionamiento de la sociedad industrial, reclaman valores para el uso de las nuevas tecnologías. Nunca he entendido muy bien las razones por las que se reclaman valores a un ordenador y no a una máquina de vapor. Ni el ordenador ni la máquina devapor son generadores de valores, sino el uso que las personas estemos dispuestos a dar a los mismos y la forma de organizar la sociedad que las tecnologías, viejas y nuevas, conllevan. Ser progresista es intentar progresar al ritmo que marca la sociedad, entendiendo, comprendiendo y, a poder ser, liderando ese ritmo con el objetivo de generar igualdad, más libertad y con la pretensión de que las tecnologías que van apareciendo estén al servicio de todos. De nada servirían las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) si no llegan a todos y de nada servirían si, llegando a todos, sólo las aprovechan unos pocos.

La nueva sociedad que ya empezó a finales del siglo pasado y que, en estos momentos, está en la prehistoria, no permite adivinar cuál y cómo va a ser el futuro más inmediato; los alumnos que, hace unas semanas, empezaron su primer ciclo de educación infantil se incorporarán a la vida laboral allá por el año 2025. Que tire la primera piedra quien se atreva a hacer, siquiera, una aproximación de cómo será la sociedad en ese final del primer cuarto del siglo XXI. Aquellos que con insistencia inquieren al presidente del Gobierno para que aclare en qué consiste la nueva economía, sólo pueden recibir la siguiente respuesta: "No se sabe". Lo que es seguro es que no será como la vieja economía basada en la manufacturación; lo que parece cierto es que la manufactura ya no será la base fundamental de la economía; de lo que parece que no cabe duda es de que la materia prima de esa nueva economía ya no será ni el carbón, ni el acero, ni la tierra, sino que será la inteligencia, la creatividad, la imaginación; lo que es probable es que, frente a la seguridad y el riesgo de la vieja sociedad, donde se ganaba o perdía, en la nueva sociedad la seguridad es limitada y el riesgo pequeño, porque ya no se ganará o perderá, sino que se ganará o aprenderá, puesto que el ensayo, el riesgo, la aventura calculada nunca generarán pérdidas, sino que acumularán conocimiento.

Tres aspectos considero fundamentales para transitar, como progresistas, por la nueva sociedad digital:

1.- Arriesgarse. En el repaso de mi vida política que realicé escribiendo el libro que publiqué a finales del año pasado, me di cuenta de que una de las palabras que más repetía era riesgo. Por ejemplo, cuando tuve el infarto, en el hospital, me preguntaba qué habría sido de mi vida si hubiera asumido menos riesgos políticos. No sé si habría sufrido un infarto. Pero sin duda no habría gobernado Extremadura hasta el siglo XXI. Al pensar en los valores que como socialista, como progresista, como gobernante y como emigrante analógico-digital he mantenido en la vida, me quedo con esta capacidad de arriesgarme como principal valor, como elemento esencial para poder innovar. La innovación es cambio. Admitir y propiciar el cambio frente a los factores de resistencia que son la inercia, la inflexibilidad, el miedo o la ignorancia. En el momento en el que vivimos, los cambios no son sólo inevitables, sino que se producen cada vez con más rapidez. El vértigo es una sensación lógica en unos tiempos en que cualquier idea o artefacto puede ser vanguardista hoy y caduco mañana.

2.- Saber lo que representamos y comunicar mensajes claros. En el mundo en red en el que nos movemos hoy, es una cuestión de supervivencia tener una posición nítida. Para poder articular una red social hace falta no titubear en aspectos claves como la gestión de la propiedad intelectual. Es difícil que los nativos digitales puedan ver un proyecto atractivo en aquellos que manejan los derechos de autor como si nada hubiese cambiado en este salto de siglo. Seguir manteniendo una posición ambigua ante los esquemas alternativos para la gestión de la propiedad intelectual, incluidas las Creative Commons y las licencias de software libre, no es nada compresible para la sociedad del siglo XXI y para los jóvenes digitales, que se muestran incapaces de aceptar que los que se llaman progresistas sigan anclados en esquemas del pasado, protegiendo derechos de autor gestionados desde la analogía y la venta de formatos para una actividad creadora que ya no los necesita.

3.- El socialismo digital tiene un futuro inmenso. Hablar de socialismo sigue siendo hablar de colectivismo, de compartir, cooperar y colaborar; de internacionalismo y de cooperación; y eso hoy es hablar de Myspace, Facebook, Twitter, Tuenti, Creative Commons, Wikipedia o software libre. Nadie duda ya del éxito arrollador de estos proyectos basados en valores y principios socialistas. Eso es progresismo de hoy.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra es ex presidente de la Junta de Extremadura.

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