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OPINIÓN
Columna
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Pugna regulatoria

La crisis financiera no fue obra de Dios ni de la naturaleza sino producto de la acción del hombre. Esto fue lo que respondió Phil Angelides, presidente de la Comisión mixta Cámara de Representantes-Senado de EE UU (que investiga las causas de la hecatombe económica), a los cuatro banqueros que comparecieron en la misma: los presidentes de Goldman Sachs, Morgan Stanley, JP Morgan Chase y Bank of America, que pretendían que colase la analogía entre la crisis y un terremoto o un tsunami.

Repasemos algunas de las frases que pronunciaron esos banqueros, según la versión dada por la prensa: como industria hemos causado mucho daño; nos atragantamos con lo que cocinamos; prestamos demasiado dinero y no supimos fijar el precio a los riesgos; fue un error creer que el precio de las viviendas seguiría creciendo siempre; estábamos demasiado endeudados y centrados en ganar cuota de mercado, etcétera.

La crisis financiera suena como vender un coche con los frenos rotos y hacer un seguro de vida al conductor

¿Arrepentimiento?: sí, pero sin dolor de contricción. A pesar del reconocimiento del nocivo papel jugado en la evolución de la economía, la banca, en general, se opone a la tasa que quiere establecer Obama para recuperar parte del dinero público que se ha puesto en forma de liquidez, garantías, avales, compra de productos tóxicos o capitalización, con el objeto de salvar a las entidades en dificultades; al impuesto que algunos países (por ejemplo, Gran Bretaña o Francia) van a establecer sobre los bonus que ganan los ejecutivos de los grandes bancos; y más allá, a mayores dosis de regulación del sector.

Se está abriendo una pugna -cada vez menos soterrada- entre el sector financiero y las autoridades políticas que no quieren que se vuelvan a repetir los excesos del pasado, relacionados con titulizaciones opacas, productos fuera de balance y especulaciones excesivamente arriesgadas. Una reflexión sobre este asunto tuvo lugar el fin de semana pasado en el Banco de Pagos Internacionales de Basilea, a la que acudieron numerosos banqueros.

El citado Phil Angelides respondió a otro de los banqueros con una sentencia muy explícita: "Le voy a ser muy claro: eso me suena a vender un coche con los frenos defectuosos y al mismo tiempo hacer un seguro de vida al conductor". Contestaba así a quien decía que "entendemos la ira de muchos ciudadanos y agradecemos la ayuda de los contribuyentes", pero no extraía las consecuencias de ese entendimiento y tal agradecimiento: que en una coyuntura de crecimiento exponencial del paro, empobrecimiento de las clases medias, multiplicación de los embargos de las viviendas hipotecadas, limitación del crédito y recesión, el récord de bonus multimillonarios que se anuncian es impúdico y difícilmente asumible por una sociedad que no se explica fácilmente cómo la industria que causó la crisis financiera sea la que más ayudas públicas ha recibido, y encima sus principales ejecutivos sean premiados por ello.

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