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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Putin, el fuerte

Pese a los fraudes, las elecciones a la Duma reflejan la popularidad del presidente ruso

La campaña no fue limpia dado el monopolio y el control mediático del poder, especialmente de unas cadenas de televisión sumisas. Las votaciones han sufrido, según diversos observadores y participantes, gran cantidad de fraudes e irregularidades. Aun así, las críticas resbalarán sobre Vladímir Putin, que, guste o no a Occidente, cuenta con un alto grado de popularidad y considera que tiene un mandato para evitar que Rusia se adentre, como otras repúblicas vecinas, en lo que llama una senda "destructiva". La cuestión es qué hará Putin ahora para conservar el poder, aunque no el cargo, al impedirle la Constitución presentarse por tercera vez en marzo próximo.

El partido Rusia Unida, cuya lista ha encabezado personalmente Putin, ha conseguido más de un 64% de los votos. Significativamente, en segundo lugar, han llegado los comunistas, nada post, con un 11%. Una parte de esta apabullante victoria de Putin se puede achacar a los fraudes, como en Chechenia, donde las fuerzas progubernamentales han logrado un 99% de las papeletas con un 99% de participación. Pero más allá de esto, el ex coronel surgido de las filas del antiguo KGB se ha convertido en la referencia para los rusos, a los que ha aportado orden, seguridad, paga de salarios y pensiones y un renovado orgullo nacional. No cabe ignorar que tras el derrumbe de la Unión Soviética, del sistema comunista y de la guerra fría, los rusos atravesaron un periodo de humillación de los que Putin los ha sacado, con ayuda del gas y de un petróleo a casi 100 dólares el barril que son vitales para el resto de Europa.

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Los observadores denuncian que la victoria de Putin "no fue limpia"
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¿Qué necesidad tenía Putin, si es realmente tan popular, de recortar el pluralismo informativo y hacer tantas trampas? La respuesta puede estar no sólo en su intento de dejar el futuro bien atado, sino también en su obsesión por controlarlo todo y por cualquier medio, según unos hábitos de comportamiento muy propios del KGB, que han tenido su expresión más preocupante en algunos asesinatos sonados de los últimos tiempos.

Putin se presenta como heredero de los zares más fuertes. Aunque no se recaiga del todo en una nueva guerra fría, estamos ante un crudo enfrentamiento de intereses que hace prever que Occidente tendrá en esta Rusia que despierta de nuevo un interlocutor muy incómodo.

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