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OPINION
Columna
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¿Quién manda?

Joaquín Estefanía

"¿Puede sobrevivir el capitalismo? No; no creo que pueda?". Así comienza el texto publicado en 1942 por el gran economista austriaco Joseph A. Schumpeter, no precisamente un peligroso izquierdista, que hace en él unas reflexiones muy oportunas para el actual momento del mundo. El texto acaba de ser publicado en castellano por la pequeña editorial Capitán Swing, con una presentación de Paul Samuelson y textos críticos de Leontief y Sweezy, entre otros, lo que lo convierte en una pequeña joya de la literatura económica.

Cualquiera podría hacerse consecutivamente la pregunta de si la democracia, tal como la conocemos, va a sobrevivir, a la luz del papel cada vez más excepcional de ese poder fáctico al que llamamos mercados. Veamos el periplo llevado a cabo en Washington por el presidente de Gobierno, Rodríguez Zapatero, la semana pasada. Primero se reunía con 13 hombres de la aristocracia financiera de Wall Street, con una asombrosa influencia: las instituciones que representan son, en buena parte, las responsables del estallido de la burbuja de las hipotecas basura (subprime) del verano de 2007, y las protagonistas de los ataques especulativos contra la deuda española durante los pasados meses de mayo y junio. Y, por consiguiente, las causantes del giro espectacular de la política económica libremente elegida por el Gobierno español hasta ese momento.

La democracia está cambiando de naturaleza ante el creciente poder de los mercados financieros

Zapatero se examinó ante ellos para evitar nuevos problemas. Conviene recordar que algunas de esas instituciones presentes están intervenidas por el dinero público puesto en ellas para salvarlas de la quiebra (lo que causó en buena parte, la multiplicación de la deuda soberana y del déficit público) y otras tuvieron que olvidar su carácter de bancos de inversión y disfrazarse de holdings financieros -lo que las obliga a una mayor vigilancia y supervisión pública- como condición para ser ayudadas. Y sin embargo, ellas examinaron a Zapatero.

Poco después intervino en la Universidad de Columbia para pedir una tasa que deberían pagar esas instituciones, como contribución a la lucha contra la pobreza, y recordaba que "los mercados, abandonan a su sino, representan una seria amenaza a los intereses generales". Esto es, a la democracia. Y luego subrayaba, en una entrevista a Wall Street Journal, que pase lo que pase en la huelga general del próximo miércoles, mantendrá sus reformas y su política económica. Una huelga no es, desde luego, un mecanismo de refrendo democrático, pero es bueno para un gobernante tener en cuenta los estados de ánimo de los ciudadanos.

Ante todo esto conviene actualizar las reflexiones sobre el poder: dónde reside, si está distribuido o excesivamente focalizado, si se halla o no en manos de las instancias designadas democráticamente por los ciudadanos para aplicarlo, qué pasa cuando los Estados carecen de suficiente poder para cumplir los mandatos electorales, etcétera.

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