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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rajoy se acobarda

Ruiz-Gallardón no irá en la lista por el miedo del líder del PP al sector más radical de la derecha

Se han salido con la suya. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y sus aliados del ala más dura del PP han conseguido lo que buscaban y han demostrado su fuerza. El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, no irá en la lista de su partido por la capital. Mariano Rajoy no se ha atrevido a enfrentarse y a vencer la resistencia de los sectores que se oponían al alcalde y especialmente a su poderoso brazo mediático, encabezado por la Cope, la radio de los obispos. Será difícil convencer a los electores de que quien no ha podido imponerse dentro de su partido tiene autoridad para hacerlo como presidente del Gobierno.

La crisis no ha hecho más que empezar. El alcalde comunicó anoche a Rajoy su decisión de abandonar la política tras sufrir la peor humillación de su carrera y comprobar, una vez más, que sus principales enemigos están en su mismo partido. Se antoja un precio excesivo para satisfacer los intereses personales de unos pocos. Aguirre ha quedado retratada. La treta empleada ayer para cerrar el paso a Gallardón, demostrando su mínimo respeto por los madrileños que la eligieron, muestra hasta dónde es capaz de llegar la presidenta en su propio interés.

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La pregunta es hoy más pertinente que nunca: ¿quién manda en el PP? ¿Rajoy, capaz de sacrificar las posibilidades de su partido ante unas elecciones al dejar en la cuneta a un candidato que ha logrado cuatro victorias consecutivas en Madrid, con mayorías absolutas, por temor a las presiones de la derecha más radical, dentro y fuera de la formación que dirige? En este sainete dramático, no faltan paradojas: Rajoy acoge en su lista a Eduardo Zaplana, repudiado en Valencia por su archienemigo, el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, el mismo día en que es incapaz de incluir al principal activo electoral del partido en la capital. Con su debilidad, Rajoy abre en el partido una grave crisis a dos meses de las elecciones.

A la luz de lo sucedido, queda mucho más clara la operación de incorporación de Manuel Pizarro como número dos de Rajoy. Se trataba de distraer a la opinión pública para amortiguar el efecto de la marginación del dirigente con más tirón del PP. La incorporación del antiguo presidente de Endesa y efímero consejero de Telefónica podría dar a entender que se trataba de buscar a alguien que asumiera la responsabilidad del área económica en el PP. Es evidente que ni Arias Cañete ni Juan Costa parecían una réplica suficiente a Solbes. El PP busca con Pizarro dar credibilidad a sus planes económicos, siempre faltos de ella desde que Rato se decantó por el sector privado. Pero Pizarro no es un profesional de la economía. Tampoco es empresario en sentido estricto. Está por ver si es un político con tirón.

Sea el que sea el efecto Pizarro, Rajoy lo oscureció con su decisión de excluir a Ruiz-Gallardón. Tiempo habrá de comprobar si el de ayer quedará marcado en la biografía de Rajoy como el día en que sentenció su carrera política.

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